Ética - Humberto Maturana
Extracto de una charla magistral de Humberto Maturana en la Universidad de Chile
Resulta que la canción nacional es una canción bien interesante… tiene tres aspectos y cantamos dos de ellos: uno de ellos es un canto ecológico, es una invitación a conservar algo: “Puro Chile es tu cielo azulado, puras brisas te cruzan también” y a no dejar que ese pedazo se transforme en “Oscuro Chile es tu cielo contaminado, fétidas brisas te cruzan también, y tus campos de desperdicios bordados ya no son la copia feliz del Edén”. No queremos eso. Es una invitación a nuestra responsabilidad ecológica.
La segunda parte tiene que ver con la ética, porque habla de lo que queremos “Chile, que o la tumba serás de los libres o el asilo contra la opresión”. Eso tiene que ver con la ética, tiene que ver con un propósito de convivencia en el respeto mutuo. La libertad no es cualquier cosa, es el poder encontrarnos en la diversidad y crear un mundo juntos.
Y la tercera, que no la cantamos, tiene que ver con la democracia y dice “Ya es amigo el que ayer invasor” ¿Qué nos dice eso? Que queremos convivir. Y esa es en el fondo la gran pregunta: ¿Queremos convivir?
Quisiera decir unas palabras con respecto a lo que somos los seres humanos. Los seres humanos somos los únicos en toda la biósfera que existimos en el lenguaje y en la reflexión. Nos transformamos en la convivencia como todos los seres vivos. Pero nos transformamos en la convivencia con otros seres humanos, y esa es la parte fundamental de la educación, nos transformamos en la convivencia con otros seres humanos desde el útero. No da lo mismo cómo viven los adultos con los cuales convivimos. Nos vamos a transformar con ellos pareciéndonos o diferenciándonos según lo que sintamos en esa relación. Los niños quieren adultos a quienes respetar, y ese es nuestro gran problema: encontrarnos con adultos a quienes respetar.
Cuando digo que los seres humanos somos seres biológico-culturales, lo que digo es que en nuestro desarrollo embrionario se entrelazan estos dos aspectos. Todo vivir ocurre a partir de una cierta constitución inicial, una cierta estructura genética, en un cierto ámbito: que lo acoge y sobrevive, o que lo rechaza y se muere. Y el ámbito que nos acoge a nosotros es la convivencia cultural: es la madre, el padre, los amigos, los tíos, los hermanos, que incluso mucho antes de la concepción están configurando el espacio en el cual ese bebé va a crecer.
Pero nosotros los seres humanos somos mamíferos. Y esto quiere decir que nacemos en un ámbito de cercanía muy grande en la relación materno-infantil. Y entre los mamíferos somos mamíferos que llegamos al mundo casi como fetos. Es decir, completamente entregados a ese mundo que nos va a acoger; o no nos va a acoger. El bebé nace en la confianza implícita de que va a ser acogido, cuidado, nutrido por el entorno en el cual nace. Y nacemos en esa confianza, confianza amorosa. Sin expectativas, sin exigencias, sin supuestos, porque no nace hacia un destino particular, es sólo un punto de partida. Y esa condición inicial de ser amoroso es el fundamento de la posibilidad de que tengamos, los seres humanos, nociones éticas. Que nos importe lo que le sucede a otro con lo que hacemos, y que nos cuidemos de que las cosas que hacemos no dañen a otros ni al entorno. Cada vez que hacemos cosas que resultan negativas para otros o para nuestro entorno, otro que piensa que sabemos lo que hacemos nos va a decir que nuestra conducta no es ética […] Así que la ética es parte de nuestra constitución biológica si es que, en este crecimiento desde el útero, vivimos un espacio relacional que nos cuida, que nos sostiene, que nos acoge y que no nos traiciona.
También quisiera decir unas palabras sobre la democracia. Nosotros tratamos la democracia como un sistema de gobierno. Yo pienso que no. Yo pienso que la democracia es un modo de convivencia, es un acuerdo de convivencia […] Lo interesante es que uno puede señalar ciertas nociones operacionales que constituyen la posibilidad de una convivencia democrática. Tiene que ver desde luego con el que queramos convivir. Ese es nuestro principal problema: ¿Queremos o no queremos convivir? Hablamos por ejemplo de los conflictos indígenas ¿Qué quiere decir este gesto de los “conflictos indígenas”? Que no queremos convivir con ellos… Porque si queremos convivir con ellos no son conflictos indígenas, es ¿qué es lo que estamos haciendo que nos encontramos en situaciones conflictivas con estas personas con las cuales queremos convivir? Por eso es que es tan fundamental responder a esta primera pregunta.
Pero si queremos convivir, ¿qué es lo que ocurre necesariamente? Mutuo respeto. Esa es una condición relacional operacional fundamental de una convivencia en la cual queremos convivir. Y junto con el mutuo respeto viene la honestidad. Y con la honestidad y el mutuo respeto viene la equidad. El tema de la equidad es fundamental puesto que hay diferencias que son legítimas, pero hay un momento en que no son legítimas. Y aparece la inequidad. Y no lo podemos cuantificar, tiene que ver con cómo nos sentimos en lo que hacemos dentro de una relación.
Tenemos mutuo respeto, honestidad, necesitamos equidad, colaboración, ética, de lo cual ya hablamos. Pero hay uno más. La reflexión, la posibilidad de reflexionar. La posibilidad de preguntarnos si queremos hacer lo que estamos haciendo. La posibilidad de preguntarnos si queremos nuestro querer lo que estamos haciendo. Y eso tiene que ver con la libertad y la responsabilidad reflexiva. Si no tenemos esas siete condiciones: querer convivir, mutuo respeto, colaboración, honestidad, equidad, ética y la posibilidad de reflexionar y escoger lo que hacemos, no podemos tener un proyecto de convivencia democrática. Falta uno y faltan todos. Y eso es lo que nos sucede en este momento. Y tenemos que reflexionar sobre eso porque tenemos que decidir: ¿Queremos o no queremos convivir? ¿Queremos hacer un proyecto de convivencia en el cual estas nociones operacionales básicas sean parte de lo que queremos generar cotidianamente en esta convivencia?
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