La metáfora del combate en la práctica política
Muchos intelectuales y pensadores chilenos nos señalan que el descontento social actual en Chile tiene raíces mucho más profundas que lo que concierne a los temas más aparentes e inmediatos asociados a las pensiones, los bajos salarios, etc. Estas problemáticas más profundas e invisibles es necesario que sean sacadas a la luz para así poder comprenderlas y en seguida transformarlas en nuestro modo de convivir. Probablemente una de las cosas que son más profundas y literalmente invisibles para nosotros tienen que ver con la estructura de nuestro lenguaje. Nos es invisible simplemente porque utilizamos el lenguaje en forma natural, espontánea e irreflexiva. En este respecto, a partir de la disciplina de la (neuro)lingüística que se ha desarrollado en los últimos 40 años, hemos aprendido que el lenguaje y el pensamiento humano tienen una estructura principalmente metafórica.
¿Qué quiere decir esto exactamente? En términos simples, la metáfora tiene una función asociativa, pues lo que permite es "comprender y experimentar un tipo de cosa en términos de otro tipo de cosa" [1].
Una de las metáforas que ha sido más ampliamente estudiada y que quisiera analizar en este texto es la metáfora UNA DISCUSIÓN ES UN COMBATE que es particular a la cultura occidental. Esta metáfora se refiere a que comprendemos las discusiones (un tipo de cosa) en términos de combates (otro tipo de cosa). Esta metáfora se refleja en nuestro lenguaje a través de numerosas expresiones:
Una de las metáforas que ha sido más ampliamente estudiada y que quisiera analizar en este texto es la metáfora UNA DISCUSIÓN ES UN COMBATE que es particular a la cultura occidental. Esta metáfora se refiere a que comprendemos las discusiones (un tipo de cosa) en términos de combates (otro tipo de cosa). Esta metáfora se refleja en nuestro lenguaje a través de numerosas expresiones:
El defendió su posición sobre el asunto.
Yo demolí su argumento.
El nunca ha ganado un argumento frente a ella.
El atacó todos los puntos débiles de mi postura.
Sus críticas dieron justo en el blanco.
Con su estrategia pudo derribar la posición de su oponente.
Lo que es importante comprender es que esta metáfora no está solamente incorporada dentro del lenguaje, sino que también estructura y da forma a la experiencia de quienes participan en una discusión y estructura sus comportamientos. Esto quiere decir que dentro de la metáfora del combate podemos literalmente ganar o perder; podemos atacar la postura del rival, defendernos y contraatacar; vemos al otro como un oponente; vivimos emocionalmente la situación como una confrontación o combate; nos sentimos personalmente atacados; si nuestra posición se vuelve indefendible, podemos cambiar de estrategia de ataque, y así sucesivamente.
En términos formales, la estructura de la metáfora UNA DISCUSIÓN ES UN COMBATE puede ser descrita de la siguiente manera:
Participantes: Personas o grupos de personas que juegan el rol de adversarios/oponentes.
Partes: Dos posiciones/posturas iniciales (contradictorias)
Acciones: Atacar
Defender
Planear estrategia
Rendirse
Retirarse
Contraatacar
Hacer tregua
Propósito/Objetivo: Ganar/Vencer
La metáfora del combate forma una parte central de cómo se estructuran las discusiones y debates en nuestra cultura, y esto está particularmente presente en la manera cómo se practica la política en nuestra sociedad. Ciertamente quienes encarnan más claramente la metáfora del combate dentro del sistema partidista es la oposición Izquierda/Derecha (o en su versión más literalmente confrontacional de Oficialismo/Oposición).
Tomémonos el tiempo de examinar en detalle cuáles son las consecuencias de esta metáfora.
1. No-escucha y negación mutua: Puesto que las posiciones de ambas partes se conceptualizan como estando en un combate donde el propósito principal es ganar, los participantes no se escuchan, ya que simplemente escucharse no tiene importancia alguna en un combate. Existe una negación mutua dado que no hay ninguna motivación para comprender realmente la posición del otro ni el lugar desde el cual habla; en cambio, el objetivo es de atacar la posición del rival y por ende, negar completamente su validez. El biólogo chileno Humberto Maturana afirma que en este esquema "las partes en desacuerdo necesariamente entran en la negación mutua, ya que cada una parte de la convicción que él o ella tiene la verdad" [2]. Esto nos lleva a continuación al tema del dogmatismo o fundamentalismo.
Tomémonos el tiempo de examinar en detalle cuáles son las consecuencias de esta metáfora.
1. No-escucha y negación mutua: Puesto que las posiciones de ambas partes se conceptualizan como estando en un combate donde el propósito principal es ganar, los participantes no se escuchan, ya que simplemente escucharse no tiene importancia alguna en un combate. Existe una negación mutua dado que no hay ninguna motivación para comprender realmente la posición del otro ni el lugar desde el cual habla; en cambio, el objetivo es de atacar la posición del rival y por ende, negar completamente su validez. El biólogo chileno Humberto Maturana afirma que en este esquema "las partes en desacuerdo necesariamente entran en la negación mutua, ya que cada una parte de la convicción que él o ella tiene la verdad" [2]. Esto nos lleva a continuación al tema del dogmatismo o fundamentalismo.
2. Dogmatismo y no-reflexión: Puesto que las creencias y opiniones en juego se conceptualizan como ubicaciones fijas en el espacio (por ejemplo, mi posición, mi postura) las opiniones propias se imaginan como estáticas/inmóviles. Por otra parte, se genera un espacio en que aparecen aferramientos emocionales hacia las creencias y opiniones (fijas). Esto es una consecuencia del hecho que uno esté dispuesto a combatir por sus opiniones y creencias, lo que presupone que uno valora fuertemente su posición y se identifica con ella de forma personal y emocional. Como lo afirma Humberto Maturana, en este esquema las creencias y opiniones se toman como verdades incuestionables y, por ende, nunca existe una apertura a reflexionar sobre las premisas básicas que fundan nuestras creencias y opiniones. Esto es evidente en las diferencias de creencias y opiniones entre la ideología de izquierda y la ideología de derecha y en cómo ambas combaten con el objetivo de defender sus visiones, negar al rival y establecer sus propias opiniones y creencias, que cada uno de ellos consideran como verdades.
Lo que considero más profundamente problemático de ésto es que, como no existe una disposición a reflexionar acerca de las premisas que fundan las creencias e ideologías políticas propias, éstas se estancan, no cambian ni evolucionan en absoluto en función de los cambios que pueden ocurrir en las circunstancias sociales, ecológicas e histórico-culturales. Esto es evidente en el hecho de que las ideologías de derecha e izquierda no han cambiado sustancialmente durante los últimos 40 años. Por ejemplo, en una mirada reflexiva las personas de todos los partidos políticos podrían cuestionarse si es realmente adecuado querer e impulsar un crecimiento de nuestra economía basada en el extractivismo, dentro de las circunstancias actuales de crisis climática, crisis hídrica y crisis de la biodiversidad.
Imaginemos una cultura donde una discusión es vista no como un combate sino como un acto colaborativo donde dos participantes buscan tocar música con dos instrumentos desafinados. En esta metáfora alternativa la situación inicial es de por sí misma una situación indeseable, ya que ambos tocan notas disonantes y desafinan (opiniones contradictorias). Dado que el objetivo de ambos en este esquema es de armonizar los instrumentos (comprenderse mutuamente), es necesario que ambos se escuchen atentamente para poder así modificar las notas que producen (es decir, reflexionar sobre opiniones y creencias propias). Así, por una parte pueden comprender desde qué lugar cada uno habla y que premisas son las que uno acepta a priori, y por otra parte, decidir si generar en conjunto un sonido que sea agradable para ambos. De esta manera, si los participantes comenzaron con las opiniones (notas musicales) A y B, respectivamente, la situación puede finalizar con una opinión conjunta C que aparece dentro de un espacio de escucha, respeto y aceptación mutua. Alternativamente, los participantes pueden no querer cambiar sus opiniones A y B por diferencias legítimas, y reconocerse mutuamente en un espacio de escucha y mutuo respeto, y no en un espacio dogmático donde existe una "pasión por cambiar al otro" [3].
En tal cultura, las personas verían las discusiones de manera diferente, las vivirían de manera diferente y hablarían de ellas de forma diferente. No se aferrarían de forma dogmática a sus opiniones y creencias dado que querrían validar y aceptar también las opiniones y creencias de otros grupos. De esta forma, las creencias y opiniones acordadas serían mucho más flexibles al cambio según las necesidades de esta cultura. Además, puesto que discutir se ve como una tarea colaborativa, tendrían una motivación para ser honestos y tener confianza mutua.
En su lenguaje esta metáfora se reflejaría en una serie de expresiones:
Todavía estamos discutiendo en distintas frecuencias.
El logró sintonizar sus opiniones con las de ella.
Sus opiniones son muy disonantes.
Después de unas horas lograron afinarse en una misma frecuencia.
Sin embargo, nosotros probablemente no los veríamos como si estuvieran discutiendo, ellos simplemente estarían haciendo otra cosa. Parecería extraño incluso llamar a lo que hacen una "discusión". En este sentido, la manera de comprender esta diferencia sería de afirmar que nuestra cultura estructura las discusiones en términos de "combates" y la otra cultura estructura las discusiones en términos "musicales".
A modo de conclusión, puedo afirmar que mientras las instituciones políticas actuales estén basadas en la metáfora del combate y, por ende, en la confrontación, la negación mutua y el dogmatismo, no serán capaces de responder efectivamente a las circunstancias globales de crisis social, climática y ecológica causadas precisamente por la ideología capitalista asociada al consumismo, el industrialismo, el desarrollo económico y la destrucción de la naturaleza. Estas ideologías se encuentran estancadas en el mundo en que vivimos a causa del dogmatismo que hemos discutido y la falta de reflexión, además de todas las enajenaciones que implica la concentración del poder y la riqueza.
En lo individual y subjetivo, lo fundamental a guardar en mente es que con esta reflexión podemos ser libres de decidir no vivir los desacuerdos que enfrentamos con otros durante nuestras vidas como combates. ¿Por qué? Por las consecuencias que hemos visto: vivir las discusiones como combates nos conducen a negarnos mutuamente, a no reflexionar, a no escucharnos, lo que por consecuencia nos aliena los unos de los otros, y finalmente implica sufrimiento.
Lo que considero más profundamente problemático de ésto es que, como no existe una disposición a reflexionar acerca de las premisas que fundan las creencias e ideologías políticas propias, éstas se estancan, no cambian ni evolucionan en absoluto en función de los cambios que pueden ocurrir en las circunstancias sociales, ecológicas e histórico-culturales. Esto es evidente en el hecho de que las ideologías de derecha e izquierda no han cambiado sustancialmente durante los últimos 40 años. Por ejemplo, en una mirada reflexiva las personas de todos los partidos políticos podrían cuestionarse si es realmente adecuado querer e impulsar un crecimiento de nuestra economía basada en el extractivismo, dentro de las circunstancias actuales de crisis climática, crisis hídrica y crisis de la biodiversidad.
Imaginemos una cultura donde una discusión es vista no como un combate sino como un acto colaborativo donde dos participantes buscan tocar música con dos instrumentos desafinados. En esta metáfora alternativa la situación inicial es de por sí misma una situación indeseable, ya que ambos tocan notas disonantes y desafinan (opiniones contradictorias). Dado que el objetivo de ambos en este esquema es de armonizar los instrumentos (comprenderse mutuamente), es necesario que ambos se escuchen atentamente para poder así modificar las notas que producen (es decir, reflexionar sobre opiniones y creencias propias). Así, por una parte pueden comprender desde qué lugar cada uno habla y que premisas son las que uno acepta a priori, y por otra parte, decidir si generar en conjunto un sonido que sea agradable para ambos. De esta manera, si los participantes comenzaron con las opiniones (notas musicales) A y B, respectivamente, la situación puede finalizar con una opinión conjunta C que aparece dentro de un espacio de escucha, respeto y aceptación mutua. Alternativamente, los participantes pueden no querer cambiar sus opiniones A y B por diferencias legítimas, y reconocerse mutuamente en un espacio de escucha y mutuo respeto, y no en un espacio dogmático donde existe una "pasión por cambiar al otro" [3].
En tal cultura, las personas verían las discusiones de manera diferente, las vivirían de manera diferente y hablarían de ellas de forma diferente. No se aferrarían de forma dogmática a sus opiniones y creencias dado que querrían validar y aceptar también las opiniones y creencias de otros grupos. De esta forma, las creencias y opiniones acordadas serían mucho más flexibles al cambio según las necesidades de esta cultura. Además, puesto que discutir se ve como una tarea colaborativa, tendrían una motivación para ser honestos y tener confianza mutua.
En su lenguaje esta metáfora se reflejaría en una serie de expresiones:
Todavía estamos discutiendo en distintas frecuencias.
El logró sintonizar sus opiniones con las de ella.
Sus opiniones son muy disonantes.
Después de unas horas lograron afinarse en una misma frecuencia.
Sin embargo, nosotros probablemente no los veríamos como si estuvieran discutiendo, ellos simplemente estarían haciendo otra cosa. Parecería extraño incluso llamar a lo que hacen una "discusión". En este sentido, la manera de comprender esta diferencia sería de afirmar que nuestra cultura estructura las discusiones en términos de "combates" y la otra cultura estructura las discusiones en términos "musicales".
A modo de conclusión, puedo afirmar que mientras las instituciones políticas actuales estén basadas en la metáfora del combate y, por ende, en la confrontación, la negación mutua y el dogmatismo, no serán capaces de responder efectivamente a las circunstancias globales de crisis social, climática y ecológica causadas precisamente por la ideología capitalista asociada al consumismo, el industrialismo, el desarrollo económico y la destrucción de la naturaleza. Estas ideologías se encuentran estancadas en el mundo en que vivimos a causa del dogmatismo que hemos discutido y la falta de reflexión, además de todas las enajenaciones que implica la concentración del poder y la riqueza.
En lo individual y subjetivo, lo fundamental a guardar en mente es que con esta reflexión podemos ser libres de decidir no vivir los desacuerdos que enfrentamos con otros durante nuestras vidas como combates. ¿Por qué? Por las consecuencias que hemos visto: vivir las discusiones como combates nos conducen a negarnos mutuamente, a no reflexionar, a no escucharnos, lo que por consecuencia nos aliena los unos de los otros, y finalmente implica sufrimiento.
Bibliografía
[1]. Lakoff, G., & Johnson, M. (1980). Metaphors we live by.
[2] Maturana, H. (2006). Desde la biología a la psicología. Editorial Universitaria.
[3] Ibidem.
[3] Ibidem.
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