Somatofobia, conciencia corporal y nirvana
Vivimos en una cultura desconectada de lo sensorial. Hace poco descubrí que nuestra cultura occidental tiene una tradición larguísima -al menos desde Platón- en la cual se ha infravalorado, denigrado, rechazado y negado el cuerpo, lo corporal, y todo lo relacionado al cuerpo: emociones, sensaciones, pasiones, sexualidad, etc. Nos referimos a este patrón histórico de apreciación negativa del cuerpo cuando hablamos de somatofobia (literalmente: aversión al cuerpo).
Susan Bordo (1995), académica feminista, explora cómo algunos principales filósofos de Occidente articulaban este rechazo al cuerpo en sus escritos. Para Platón, el cuerpo era experimentado como algo "ajeno", "una fuente de innumerables distracciones", "nos llena de amores, lujurias, miedos [...] y un sinfín de tonterías", "nos impiden en la búsqueda de la verdad", "nos quita el poder de pensar". Para René Descartes, "el cuerpo es la envoltura material bruta para el ser interno y esencial" , "tan mecánico en sus operaciones como una máquina, es, de hecho, comparable a la existencia animal." . Por último, para San Agustín, el cuerpo era constantemente un "enemigo", una "prisión" o "jaula", una "amenaza" para nuestro razonar.
Susan Bordo resume: "Los tres, Platón, San Agustín y, más explícitamente, Descartes, brindan instrucciones, reglas o modelos de cómo obtener el control del cuerpo [...] con el objetivo final de [...] lograr independencia intelectual del atractivo de las ilusiones del cuerpo, volverse insensible a sus distracciones y, lo más importante, matar sus hambres y deseos." (Bordo, 1995, p.144-145).
Es claro que esto no es solamente un tema que concierne los escritos de hombres que murieron hace siglos. Lo sabemos desde nuestra experiencia: por ejemplo, a partir de la tradición cristiana, en nuestra cultura tendemos a asociar la sexualidad a lo "sucio", lo "bajo", lo "carnal", la "lujuria", que en general son palabras que se expresan con una connotación muy negativa. Si nacemos hombres, nos enseñan a no expresan nuestras emociones, se asocian las emociones a lo "irracional", lo "débil", lo "afeminado", que también son palabras que se expresan con connotaciones muy negativas.
¿Qué pasa con las sensaciones? Como vimos, puesto que nuestra cultura ha tenido una larga aversión hacia lo corporal, las sensaciones corporales no han sido un tema abordado en profundidad en la filosofía de Occidente. Y en consecuencia, no se han desarrollado prácticas de conocimiento sensorial, como sí es el caso de la tradición budista.
Lo que suele suceder cuando fijamos nuestra atención hacia las sensaciones del cuerpo se puede comparar al ruido que enfrentamos al llegar a una calle muy ajetreada en la ciudad. El ruido se nos aparece como una masa o entramado indistinguible de sonidos: entre ellos están el sonido de los motores y las bocinas, el canto de los pájaros, el hablar de los peatones, el sonido del viento contra los árboles, entre otros... pero que en realidad no se perciben cada uno en su particularidad, sino como una masa caótica de sonidos indistinguibles. Con las sensaciones sucede lo mismo, solemos experimentarlas como una masa sensorial caótica en la cual se entremezclan las sensaciones de nuestras extremidades, nuestro corazón, la respiración, las tensiones musculares, etc. en donde en realidad no se percibe cada una de estas sensaciones en su particularidad y peculiaridad.
Así, por falta de práctica e interés en el conocimiento sensorial, al ser criados en esta cultura occidental nos hemos vuelto literalmente an-estesiados (del griego aisthetikos que se refiere a la percepción de los sentidos), es decir, ignorantes sobre las sensaciones y las emociones del cuerpo: no conocemos sus peculiares formas de ser y no logramos percibir o distinguir las cualidades que caracterizan a la infinidad de sensaciones y emociones que existen en nuestro cuerpo. A su vez, al no distinguirlas no logramos saber qué es lo que estas sensaciones y emociones nos están constantemente señalando, no logramos reconocer las emociones cuando habitan nuestros cuerpos y por ende, no logramos poner palabras a lo que nos sucede en nuestros cuerpos y no nos podemos comunicar al nivel emocional. En simple, nos volvemos estúpidos emocionalmente.
Lo que suele suceder cuando fijamos nuestra atención hacia las sensaciones del cuerpo se puede comparar al ruido que enfrentamos al llegar a una calle muy ajetreada en la ciudad. El ruido se nos aparece como una masa o entramado indistinguible de sonidos: entre ellos están el sonido de los motores y las bocinas, el canto de los pájaros, el hablar de los peatones, el sonido del viento contra los árboles, entre otros... pero que en realidad no se perciben cada uno en su particularidad, sino como una masa caótica de sonidos indistinguibles. Con las sensaciones sucede lo mismo, solemos experimentarlas como una masa sensorial caótica en la cual se entremezclan las sensaciones de nuestras extremidades, nuestro corazón, la respiración, las tensiones musculares, etc. en donde en realidad no se percibe cada una de estas sensaciones en su particularidad y peculiaridad.
Así, por falta de práctica e interés en el conocimiento sensorial, al ser criados en esta cultura occidental nos hemos vuelto literalmente an-estesiados (del griego aisthetikos que se refiere a la percepción de los sentidos), es decir, ignorantes sobre las sensaciones y las emociones del cuerpo: no conocemos sus peculiares formas de ser y no logramos percibir o distinguir las cualidades que caracterizan a la infinidad de sensaciones y emociones que existen en nuestro cuerpo. A su vez, al no distinguirlas no logramos saber qué es lo que estas sensaciones y emociones nos están constantemente señalando, no logramos reconocer las emociones cuando habitan nuestros cuerpos y por ende, no logramos poner palabras a lo que nos sucede en nuestros cuerpos y no nos podemos comunicar al nivel emocional. En simple, nos volvemos estúpidos emocionalmente.
Muy en relación con esto, veamos a lo que el Buda (Gotama) hacía referencia cuando hablaba del nirvana. Sivaka, uno de sus seguidores, le pregunta:
- "Usted habla de un nirvana claramente visible [...] ¿Cómo es el nirvana claramente visible, inmediato, inspirador, para ser experimentado personalmente por los sabios?
El Buda responde:
- Déjame preguntarte algo sobre esto. Responde como lo sientas apropiado. ¿Qué piensas: cuando hay codicia dentro de tí, sabes tú "hay codicia dentro de mí" y cuando no hay codicia dentro de tí, sabes tú "no hay codicia dentro de mí"?
- Sí, lo sé.
- Cuando el odio, el engaño y esas cualidades de la mente asociadas a la codicia, al odio y al engaño, cuando están dentro de ti, ¿sabes que están presentes? Y cuando no están dentro de tí, ¿sabes que están ausentes?
- Sí, lo sé.
- Es de esta manera que el nirvana es claramente visible, inmediato e inspirador, para ser experimentado personalmente por los sabios.
En términos simples, el nirvana aparece como un modo de ser en el cual uno tiene un conocimiento completo sobre las formas en las cuales las emociones se manifiestan en uno. Al tener este tipo de conocimiento, uno las reconoce cuando se manifiestan y eso proporciona la libertad para decidir si uno quiere o no actuar determinado por el tipo de acciones a las que la emoción nos predispone. Este tipo de conocimiento es un conocimiento sensorial, puesto que las emociones se manifiestan a través de sensaciones corporales: cambios de temperatura, configuraciones de tensiones musculares, tipos de impulsividad, agitaciones o inquietudes, sensaciones de presión, ritmo y pulso cardíaco, ritmo respiratorio, entre otras.
De esta manera, el conocimiento sensorial permite alcanzar el modo de ser que el Buda llama nirvana.
El Buda lo afirma de esta manera: "Hay una cosa, bikkhus, que, cultivada y practicada regularmente, conduce a un profundo sentido de urgencia ... a la paz suprema ... a la atención plena y la comprensión clara ... al logro de la visión correcta y conocimiento ... a la felicidad aquí y ahora ... a la realización de la liberación por la sabiduría y el fruto de la santidad: es la atención plena al cuerpo".
El Buda enseñó que ser consciente de las sensaciones que surgen en el cuerpo sin aferrarse a ellas es esencial para la práctica espiritual. En el Majjhima Nikaya (sutta 36), el Buda dice: "Si no se domina el cuerpo [mediante la meditación], la mente no se puede dominar. Si se domina el cuerpo, se domina la mente".
A modo de conclusión, en este artículo vimos cómo nuestra cultura ha incorporado una tradición a la que nos referimos como somatofobia o aversión al cuerpo, y que esto nos ha alienado de nuestra vida corporal, sensorial y emocional, cuyo conocimiento y cultivo permite alcanzar nada menos que la perspectiva del nirvana.
Referencias
Batchelor, S. (2015). After Buddhism: Rethinking the dharma for a secular age. Yale University Press.
Bordo, S. (1995). Unbearable weight: Feminism, Western culture, and the body. Univ of California Press.
A modo de conclusión, en este artículo vimos cómo nuestra cultura ha incorporado una tradición a la que nos referimos como somatofobia o aversión al cuerpo, y que esto nos ha alienado de nuestra vida corporal, sensorial y emocional, cuyo conocimiento y cultivo permite alcanzar nada menos que la perspectiva del nirvana.
Referencias
Batchelor, S. (2015). After Buddhism: Rethinking the dharma for a secular age. Yale University Press.
Bordo, S. (1995). Unbearable weight: Feminism, Western culture, and the body. Univ of California Press.
Awakening in the body. Dharma-Wisdom
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