La teoría económica moderna y la destrucción de la naturaleza
El pasado 6 de mayo de 2019, 104 naciones
ratificaron un reporte del IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-normativa
sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) que hace una
evaluación del estado de la biodiversidad mundial. Entre las numerosas
afirmaciones que se hacen en este texto, se expresa lo siguiente:
"La naturaleza en la mayor parte del mundo ha sido significativamente alterada por múltiples factores humanos, con la gran mayoría de los indicadores de ecosistemas y biodiversidad mostrando un rápido declive. 75% de la superficie terrestre está significativamente alterada, 66% del área oceánica está experimentando impactos acumulativos crecientes y sobre el 85% [de área] de los humedales se ha perdido"[...] Alrededor de 1 millón de especies ya se enfrentan a la extinción, muchas dentro de décadas, a menos que se tomen acciones [...]"
En seguida se afirma que las “trayectorias actuales” no pueden alcanzar el objetivo de conservar la naturaleza (IPBES 2019, p.5). El IPBES define la naturaleza de forma amplia, en equivalencia con la totalidad de la vida existente en la Tierra. Más adelante, se afirma que el objetivo de conservar la naturaleza sólo podrá ser alcanzado a través de “cambios transformadores [...] Una reorganización fundamental de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos paradigmas, objetivos y valores.”(p.5). Dentro de estos paradigmas se indica explícitamente el “paradigma actual del crecimiento económico” (p.9).
Así, uno de los principales llamados de esta plataforma científica-gubernamental es a “alejarse del limitado paradigma actual del crecimiento económico” (p.9) que estaría a la base de la destrucción de los ecosistemas y de la exterminación masiva de especies vivas. Este paradigma se encuentra en un gran número de teorías económicas actuales, incluyendo la teoría dominante de la economía neoclásica, la cual es enseñada de forma predominante en las escuelas de economía alrededor del mundo.
"La naturaleza en la mayor parte del mundo ha sido significativamente alterada por múltiples factores humanos, con la gran mayoría de los indicadores de ecosistemas y biodiversidad mostrando un rápido declive. 75% de la superficie terrestre está significativamente alterada, 66% del área oceánica está experimentando impactos acumulativos crecientes y sobre el 85% [de área] de los humedales se ha perdido"[...] Alrededor de 1 millón de especies ya se enfrentan a la extinción, muchas dentro de décadas, a menos que se tomen acciones [...]"
En seguida se afirma que las “trayectorias actuales” no pueden alcanzar el objetivo de conservar la naturaleza (IPBES 2019, p.5). El IPBES define la naturaleza de forma amplia, en equivalencia con la totalidad de la vida existente en la Tierra. Más adelante, se afirma que el objetivo de conservar la naturaleza sólo podrá ser alcanzado a través de “cambios transformadores [...] Una reorganización fundamental de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos paradigmas, objetivos y valores.”(p.5). Dentro de estos paradigmas se indica explícitamente el “paradigma actual del crecimiento económico” (p.9).
Así, uno de los principales llamados de esta plataforma científica-gubernamental es a “alejarse del limitado paradigma actual del crecimiento económico” (p.9) que estaría a la base de la destrucción de los ecosistemas y de la exterminación masiva de especies vivas. Este paradigma se encuentra en un gran número de teorías económicas actuales, incluyendo la teoría dominante de la economía neoclásica, la cual es enseñada de forma predominante en las escuelas de economía alrededor del mundo.
La pregunta que surge de estas circunstancias es la siguiente: ¿Qué características tiene el paradigma del
crecimiento económico que conducen a la destrucción de la naturaleza?
Naturalmente, existen numerosos autores que han intentado dar respuesta a
esta pregunta, sin embargo, en este artículo me gustaría enfocarme
especialmente en el ámbito del lenguaje y en los elementos discursivos que
caracterizan la teoría economía moderna, también llamada economía neoclásica.
El lingüista inglés Arran Stibbe afirma que “El discurso de la economía neoclásica es
uno de los relatos más dominantes e imperecederos a través de los cuales
vivimos” (Stibbe, 2015, p.35). En su posición de lingüista, entiende el discurso de la economía neoclásica simplemente como un relato, una teoría. Es decir, como una representación (en el lenguaje) que describe qué es lo que constituye la
realidad, qué elementos la componen y cómo estos elementos se relacionan entre
ellos. De forma general, la teoría económica neoclásica ha sido fundada, enseñada y difundida por un sector muy particular y minoritario de la sociedad, generalmente
compuesto por hombres blancos, de origen occidental-moderno y pertenecientes a sectores de poder.
Los relatos, historias, teorías e ideologías son
importantes dispositivos lingüísticos, puesto que participan en lo que Pierre
Bordieu (2001) llamaba la magia social,
que corresponde a la “creación de nuevas realidades sociales a través de la
expresión de combinaciones particulares de palabras” (Stibbe, 2005, p.1). En la
misma línea, Eisentein (2011, p.2) describe la importancia de las historias
cuando manifiesta que:
“Las historias poseen un tremendo poder creativo. A través de ellas
coordinamos la actividad humana, enfocamos la atención y la intención,
definimos roles, identificamos lo que es importante e incluso lo que es real.”
Concretamente, en la teoría económica neoclásica la realidad está constituida por “consumidores” y “productores”
que buscan “maximizar” su “utilidad individual” a través de intercambios
dentro de distintos “mercados”, sobre
la base de la “explotación” de “recursos naturales” para el “crecimiento” y el "desarrollo" de la “economía”.
A pesar de que este relato surge de un sector minoritario de la población mundial, estas categorías, valores y relaciones suelen presentarse a sí mismos como realidades objetivas y universales, que son aplicables a todos los humanos en todos los contextos geográficos, históricos y socioculturales (Stibbe, 2005).
A pesar de que este relato surge de un sector minoritario de la población mundial, estas categorías, valores y relaciones suelen presentarse a sí mismos como realidades objetivas y universales, que son aplicables a todos los humanos en todos los contextos geográficos, históricos y socioculturales (Stibbe, 2005).
En el detalle de este edificio teórico uno encuentra la "teoría del consumidor", que a través de la "teoría de las preferencias" básicamente postula (i) que uno de los roles fundamentales de los seres humanos es de consumir (por lo cual se les nombra consumidores); (ii) que los consumidores son personas puramente individualistas que se preocupan sólo de maximizar su utilidad personal; (iii) que los consumidores alcanzan bienestar únicamente a través de la compra de productos; (iv) que el único criterio de decisión para comprar productos es el precio de venta; (v) que los consumidores siempre van a querer consumir más si están en capacidad de hacerlo y (vi) que no importa cuánto consuman, los consumidores nunca están satisfechos (Stibbe 2015, p.40).
Por otra parte, en la "teoría del productor" o "teoría de la firma" se postula (i) que los productores son personas completamente individualistas que se preocupan solamente de maximizar su utilidad personal; (ii) que su utilidad individual equivale a sus ganancias económicas, es decir, buscan maximizar el dinero que poseen; (iii) que maximizar sus ganancias de dinero es la única forma que tienen de alcanzar bienestar; (iii) que los productores siempre van a querer ganar más dinero si están en capacidad de hacerlo y (iv) que no importa cuánto dinero acumulen, los productores nunca están satisfechos.
De esta manera, lo que hay en común entre estas dos roles o identidades -el "consumidor" y el "productor"- es que son seres puramente individualistas y materialistas, es decir, que se realizan solamente a través de la posesión de dinero y la compra de productos (mediada por el dinero), lo cual niega cualquier otra actividad que pueda generar bienestar sin la necesidad de dinero (por ejemplo, relaciones afectivas, participación política, apreciar la naturaleza, vida espiritual, etc.). En otras palabras, los comportamientos de estos dos roles están enfocados netamente hacia la reproducción, la acumulación y la circulación del dinero en la sociedad.
Estrictamente hablando, al ser puramente individualistas, estos dos identidades no requieren de relaciones sociales para existir, es decir, pueden prescindir de las relaciones afectivas dado que ellas no influyen en su bienestar. Gare (1996) explica que este tipo de representación proviene al menos desde Adam Smith -padre de la economía moderna- quien "se vio obligado a concebir a las personas en abstracción de sus relaciones sociales y, por lo tanto, como egoístas para así tener un principio único que explique el mecanismo económico" (p.146).
Es importante remarcar que esta teoría no es en absoluto la única teoría posible, ni mucho menos una forma definitiva ni neutra de representar la realidad. En un texto clásico, Deirdre McCloskey (1998) expuso el carácter esencialmente literario de la “ciencia económica”. En otras palabras, expuso la retórica discursiva y literaria presente en la teoría económica ortodoxa. Esto incluye desde luego sus dimensiones matemáticas y técnicas, que tienden a presentarse a sí mismas como objetivas y normativamente neutras. En particular, esto concierne al uso excesivo de formalizaciones matemáticas (Quddus y Rashid, 1994) como uno de los instrumentos que intenta hacer pasar esta teoría por una ciencia (Romer, 2015) que estudiaría una realidad objetiva y, por ende, de carácter neutra e incontestable.
Afin de analizar las consecuencias ecológicas de la teoría económica neoclásica, intentaremos explorar cómo esta teoría responde a dos preguntas: (a) ¿Qué es la naturaleza? y (b) ¿Qué es la relación humano-naturaleza?
La naturaleza, como el lector puede esperar, es un concepto muy amplio ya que podemos entender la naturaleza desde innumerables aspectos a partir de los cuales nos podemos relacionar con ella: la naturaleza puede evocar múltiples sensaciones y sentimientos en nosotros (admiración, curiosidad, respeto, alegría, afección, etc.); podemos utilizarla como un recurso (alimento, materias primas, medicina, etc.); podemos dedicarnos a estudiarla y comprender el comportamiento de animales y plantas; puede ser una fuente de inspiración artística; puede guardar un significado personal, y cultural importante; y así sucesivamente.
Lo que se hace en la teoría económica neoclásica es simplemente considerar un sólo aspecto de la relación con la naturaleza y negar todos los demás aspectos. El único aspecto que se considera es el aspecto material, es decir, la naturaleza como una reserva de recursos. Dicho de otra manera, el único aspecto que es válido dentro de la racionalidad económica es el aspecto material, todos los demás son inválidos puesto que quedan fuera del marco teórico neoclásico. A modo de ejemplo, Adam Smith, padre de la economía moderna, consideraba el medioambiente como "una reserva de materias primas para la ingeniosidad del hombre" (citado por Worster 1994, p.53).
De esta manera, la naturaleza se reduce a un conjunto de objetos (en la forma de metales o petróleo, por ejemplo) a extraer, manipular y transformar a fin de servir la voluntad del humano y la producción económica. Este esquema de "la naturaleza como reserva de recursos" está asociado a un campo semántico particular, es decir, a una serie de conceptos que constituyen significado en forma conjunta. Estos conceptos son: recursos naturales, materia prima, explotar, explotación, sobreexplotación, desarrollar, desarrollo, extraer, extracción, industria extractiva, economía extractiva, abundante, escaso, escasez, agotar, agotamiento.
Lo que se hace en la teoría económica neoclásica es simplemente considerar un sólo aspecto de la relación con la naturaleza y negar todos los demás aspectos. El único aspecto que se considera es el aspecto material, es decir, la naturaleza como una reserva de recursos. Dicho de otra manera, el único aspecto que es válido dentro de la racionalidad económica es el aspecto material, todos los demás son inválidos puesto que quedan fuera del marco teórico neoclásico. A modo de ejemplo, Adam Smith, padre de la economía moderna, consideraba el medioambiente como "una reserva de materias primas para la ingeniosidad del hombre" (citado por Worster 1994, p.53).
De esta manera, la naturaleza se reduce a un conjunto de objetos (en la forma de metales o petróleo, por ejemplo) a extraer, manipular y transformar a fin de servir la voluntad del humano y la producción económica. Este esquema de "la naturaleza como reserva de recursos" está asociado a un campo semántico particular, es decir, a una serie de conceptos que constituyen significado en forma conjunta. Estos conceptos son: recursos naturales, materia prima, explotar, explotación, sobreexplotación, desarrollar, desarrollo, extraer, extracción, industria extractiva, economía extractiva, abundante, escaso, escasez, agotar, agotamiento.
En forma conjunta, estos conceptos configuran una perspectiva específica sobre lo que es la naturaleza y cuál es el tipo de relación existente entre humano y naturaleza. Es decir, dan respuesta a las preguntas (i) y (ii) que formulamos anteriormente.
Concretamente, dentro de esta perspectiva
la naturaleza es un conjunto de objetos a explotar, extraer y manipular, que
por ende pueden ser destruidos y tratados como mercancías (Gudynas, 2010).
Además, en esta perspectiva la relación humano-naturaleza es una de sujeto a
objeto, de sujetos animados (humanos) que manipulan objetos inanimados
(recursos). Esta relación sujeto-objeto implica una separación neta entre
humano y naturaleza, en la que el humano se extrae de la naturaleza. Esta
separación jerárquica humano/naturaleza corresponde a un dualismo que está a la
base de la crisis ecológica actual y de la idea de la supremacía humana sobre la naturaleza presente en nuestra cultura (Escobar,
2013).
Adicionalmente, la relación con la naturaleza descrita es
unidireccional, puesto que la naturaleza está al servicio del
humano, sin embargo el humano no tiene una obligación de retribuir
los servicios que la naturaleza le aporta. En otras palabras, es una relación que carece de reciprocidad. En definitiva, el aspecto “la
naturaleza como conjunto de recursos” junto con el campo semántico detallado,
configuran un sistema ideológico que establece un modo particular de entender qué es la naturaleza y la relación humano-naturaleza. Esta relación es una de sujeto a
objeto, una relación unidireccional de explotación.
Dentro del marco neoclásico, esto conduce a una relación esencialmente instrumental con la naturaleza, en la que los seres vivos que la componen no son motivo de preocupación, cuidado ni afección por parte de los humanos. En este aspecto, Harris y Wasilewski (2004, p.500) manifiestan que:
Dentro del marco neoclásico, esto conduce a una relación esencialmente instrumental con la naturaleza, en la que los seres vivos que la componen no son motivo de preocupación, cuidado ni afección por parte de los humanos. En este aspecto, Harris y Wasilewski (2004, p.500) manifiestan que:
“Esto es lo que está mal con el actual sistema económico de "libre
mercado". Carece de cuidado. Está desprovisto de mecanismos de
responsabilidad. No posee ninguno de este tipo de mecanismos con respecto a las
comunidades, bien que existan a nivel local, regional o incluso nacional. Al
sistema económico actual no le importa si alguna de estas comunidades, o si la
Tierra misma, existe en el futuro.”
Por otra parte, es importante considerar que las teorías y los sistemas ideológicos se realizan físicamente, en la forma de
circuitos neurales en el cerebro (Lakoff, 2010), configurando lo que usualmente
llamamos la “mentalidad” de una persona. Esto sucede dado que las sinapsis en
los circuitos neurales se hacen más fuertes mientras más se activan, por ende,
la repetición del lenguaje de un cierto sistema ideológico va a fortalecer los
circuitos para esa ideología en el cerebro de quien lo oye.
Por otra parte, dado que el lenguaje que se utiliza de forma corriente se convierte en “lenguaje normal” – como es el caso del lenguaje de la teoría económica neoclásica – las premisas que lo fundan quedan en un plano de fondo. En este sentido, en la medida en que la sociedad civil está constantemente expuesta al discurso económico a través de los medios de comunicación y la propaganda (Chomsky y Herman, 2008), su sistema ideológico logra así normalizarse y enmarcar las formas en que pensamos y actuamos en la sociedad.
Más profundamente, es importante no caer en el error de pensar que "el modelo económico" concierne solamente las dimensiones materiales exteriores asociadas al intercambio de mercancías. En otras palabras, el error de pensar que "el modelo" está solamente "allá afuera" en el mundo, en las instituciones, las AFP, los bancos, los malls, etc.
Más allá de lo material y lo exterior, los sistemas ideológicos afectan de forma directa nuestra subjetividad, nuestra forma de ser, de vincularnos con otros y con la naturaleza. En términos formales, las teorías y los sistemas ideológicos son performativos. Esto quiere decir que en la medida en que postulan y definen modelos de persona ("consumidores" y "productores"), ellos se materializan en las subjetividades de las personas, en sus actitudes, sus preferencias, personalidades y mentalidades.
Por otra parte, dado que el lenguaje que se utiliza de forma corriente se convierte en “lenguaje normal” – como es el caso del lenguaje de la teoría económica neoclásica – las premisas que lo fundan quedan en un plano de fondo. En este sentido, en la medida en que la sociedad civil está constantemente expuesta al discurso económico a través de los medios de comunicación y la propaganda (Chomsky y Herman, 2008), su sistema ideológico logra así normalizarse y enmarcar las formas en que pensamos y actuamos en la sociedad.
Más profundamente, es importante no caer en el error de pensar que "el modelo económico" concierne solamente las dimensiones materiales exteriores asociadas al intercambio de mercancías. En otras palabras, el error de pensar que "el modelo" está solamente "allá afuera" en el mundo, en las instituciones, las AFP, los bancos, los malls, etc.
Más allá de lo material y lo exterior, los sistemas ideológicos afectan de forma directa nuestra subjetividad, nuestra forma de ser, de vincularnos con otros y con la naturaleza. En términos formales, las teorías y los sistemas ideológicos son performativos. Esto quiere decir que en la medida en que postulan y definen modelos de persona ("consumidores" y "productores"), ellos se materializan en las subjetividades de las personas, en sus actitudes, sus preferencias, personalidades y mentalidades.
Volviendo al aspecto puramente lingüístico y al campo semántico asociado a la ideología económica, sucede que este campo semántico determina las formas en las cuales se piensa y discute sobre los problemas
ecológicos (Lakoff, 2010). En general estos marcos mentales van en la dirección
de pensar los problemas ecológicos en términos de cuestiones puramente técnicas de
eficiencia energética, de innovación y cambio tecnológico y de prosperidad económica (Kahn et al., 2010). De forma muy marginal
los problemas ecológicos se piensan y discuten en términos éticos, por ejemplo, en torno
al cuestionamiento de los valores encarnados por instituciones como el sistema financiero internacional. O bien, los valores
encarnados por la teoría dominante de la economía, una tarea que intento realizar
en este artículo.
Es importante el
hecho de reposicionar el discurso neoclásico como lo que realmente es, a saber,
una teoría posible de lo que constituye la realidad, y no una representación
objetiva y universal de la realidad. Esto es de particular relevancia puesto
que hemos argumentado que este discurso genera ideologías que conducen a destruir
la naturaleza y, por extensión, a la crisis ecológica actual. George Lakoff
(2010, p.77) afirma esto de forma categórica al decir que: “Las crisis económicas y ecológicas tienen la misma causa, a saber, el libre
mercado no regulado con la idea de que la codicia es buena y que el mundo
natural es un recurso para el enriquecimiento privado a corto plazo”.
Como su nombre lo sugiere, la teoría económica es precisamente eso, un constructo teórico creado para establecer las condiciones a partir de las cuales la "economía" puede prosperar, en donde la economía no se establece como un medio para alcanzar algo sino como un fin en sí mismo. Esto queda más claro al comprender que la teoría económica está estructurada a partir de la "estructura de la fábrica".
La fábrica es un esquema conceptual que está compuesto de ciertos elementos que le otorgan su estructura: productos finales, factores de producción, componentes que cumplen funciones, procesos y relaciones entre los componentes. El esquema conceptual de la fábrica retrata simplemente el proceso de transformación de materias primas (inputs) a productos finalizados (outputs). La finalidad de una fábrica es obtener y producir los productos finales, y los componentes o factores productivos (máquinas, mano de obra, materias primas) son medios orientados a la finalidad productiva. En este esquema técnico e ingenieril se vuelven centrales los conceptos asociados al rendimiento y la productividad.
En términos formales, dentro del esquema de la fábrica existe un campo semántico particular, es decir, un vocabulario interrelacionado en torno los siguientes términos: rendimiento, capital, mano de obra, eficacia, optimizar, optimización, eficiencia, factor productivo, producto, productividad, componente, función, falla, reparar, proceso productivo, técnica, tecnología.
Lo que realiza la teoría económica es simplemente una transposición o mapeo del esquema de la fábrica al esquema de la economía. En términos concretos, esto significa que se establece la producción económica (que en la práctica es el PIB) como la finalidad de la "fábrica económica". Luego se establecen y se nombran a los humanos y la naturaleza como factores productivos, es decir, respecto a las funciones que cumplen en esta fábrica: los seres humanos se nombran como "consumidores", "productores", "mano de obra" o "recursos humanos". Por otra parte, la naturaleza se reduce a sus funcionalidades en los términos de "recursos naturales", "capital natural" y "servicios ecosistémicos".
Puesto que la producción económica es la finalidad de esta "fábrica", ésta nunca se vuelve excesiva. Es por eso que nunca hablamos de "sobredesarrollo" o de países "sobredesarrollados": el desarrollo y el crecimiento económico siempre se evalúan como algo positivo y deseable. La consecuencia directa de esto es que en la teoría económica no existe la noción de límite, es decir, dentro de este esquema la idea de que el crecimiento enfrentase un límite es en sí un hecho negativo, se plantea como una restricción u obstáculo que impide el desarrollo, el que siempre es un hecho positivo y deseable.
Lo que es realmente sorprendente es que la teoría económica neoclásica es actualmente enseñada en la mayoría de las universidades del mundo como si fuera la única teoría posible (incluyendo a Chile). Además, lo que logra el uso sistemático de ecuaciones matématicas y de representaciones gráficas en la enseñanza de esta teoría es que los supuestos y premisas fundantes quedan en plano de fondo, invisibles. Estas premisas que definen a los seres humanos como puramente individualistas y puramente materialistas -reducidos a ser componentes de la "fábrica económica"- son las que están generando la catástrofe ecológica mundial en la que nos encontramos y que es necesario superar.
Como su nombre lo sugiere, la teoría económica es precisamente eso, un constructo teórico creado para establecer las condiciones a partir de las cuales la "economía" puede prosperar, en donde la economía no se establece como un medio para alcanzar algo sino como un fin en sí mismo. Esto queda más claro al comprender que la teoría económica está estructurada a partir de la "estructura de la fábrica".
La fábrica es un esquema conceptual que está compuesto de ciertos elementos que le otorgan su estructura: productos finales, factores de producción, componentes que cumplen funciones, procesos y relaciones entre los componentes. El esquema conceptual de la fábrica retrata simplemente el proceso de transformación de materias primas (inputs) a productos finalizados (outputs). La finalidad de una fábrica es obtener y producir los productos finales, y los componentes o factores productivos (máquinas, mano de obra, materias primas) son medios orientados a la finalidad productiva. En este esquema técnico e ingenieril se vuelven centrales los conceptos asociados al rendimiento y la productividad.
En términos formales, dentro del esquema de la fábrica existe un campo semántico particular, es decir, un vocabulario interrelacionado en torno los siguientes términos: rendimiento, capital, mano de obra, eficacia, optimizar, optimización, eficiencia, factor productivo, producto, productividad, componente, función, falla, reparar, proceso productivo, técnica, tecnología.
Lo que realiza la teoría económica es simplemente una transposición o mapeo del esquema de la fábrica al esquema de la economía. En términos concretos, esto significa que se establece la producción económica (que en la práctica es el PIB) como la finalidad de la "fábrica económica". Luego se establecen y se nombran a los humanos y la naturaleza como factores productivos, es decir, respecto a las funciones que cumplen en esta fábrica: los seres humanos se nombran como "consumidores", "productores", "mano de obra" o "recursos humanos". Por otra parte, la naturaleza se reduce a sus funcionalidades en los términos de "recursos naturales", "capital natural" y "servicios ecosistémicos".
Puesto que la producción económica es la finalidad de esta "fábrica", ésta nunca se vuelve excesiva. Es por eso que nunca hablamos de "sobredesarrollo" o de países "sobredesarrollados": el desarrollo y el crecimiento económico siempre se evalúan como algo positivo y deseable. La consecuencia directa de esto es que en la teoría económica no existe la noción de límite, es decir, dentro de este esquema la idea de que el crecimiento enfrentase un límite es en sí un hecho negativo, se plantea como una restricción u obstáculo que impide el desarrollo, el que siempre es un hecho positivo y deseable.
Lo que es realmente sorprendente es que la teoría económica neoclásica es actualmente enseñada en la mayoría de las universidades del mundo como si fuera la única teoría posible (incluyendo a Chile). Además, lo que logra el uso sistemático de ecuaciones matématicas y de representaciones gráficas en la enseñanza de esta teoría es que los supuestos y premisas fundantes quedan en plano de fondo, invisibles. Estas premisas que definen a los seres humanos como puramente individualistas y puramente materialistas -reducidos a ser componentes de la "fábrica económica"- son las que están generando la catástrofe ecológica mundial en la que nos encontramos y que es necesario superar.
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