Las enseñanzas del Buda


Después de ya varias semanas de entrenamiento meditando y leyendo sobre las enseñanzas del Buda, me vengo a escribir este artículo con la idea de resumir ciertos aspectos fundamentales del dharma (la enseñanza del Buda).

En estricto rigor, el dharma que originalmente el Buda profesó nunca lo consideró como una religión, como un dogma o una doctrina, es decir, para él nunca se trató de hacer una serie de afirmaciones sobre la naturaleza última de la realidad ni tampoco de hacer afirmaciones sobre cosas que no podemos conocer, como la existencia de algo luego de la muerte o bien de alguna realidad divina.

Por el contrario, conviene más entender al Buda simplemente como un doctor, como alguien que a través de la meditación logró comprender qué es lo que aflige de forma más fundamental al ser humano y que genera sufrimiento en su vida, para luego ofrecer un "camino medio" para paliar las causas de este sufrimiento.

Si bien la sanación de la fuente del sufrimiento humano pareciese ser un bien en sí mismo, el Buda entendía esta sanación como un medio, es decir, un paso ineludible para lograr el florecimiento humano y poder llevar a cabo una vida ética, un camino a partir del cual poder tomar decisiones sabias y conscientes, así como para actuar de una forma llena de empatía, atención y cuidado.

Como todo doctor, lo que hace es simplemente proponer una serie de indicaciones prácticas para superar los malestares que afligen a nuestras mentes y nuestros cuerpos. Estas indicaciones son especificadas en cuatro tareas que son todas aspectos de una misma experiencia. En términos clásicos, se le denomina la tarea cuádruple. Pasemos ahora a examinarla.

(1) El sufrimiento (dukkha) debe ser comprendido.

(2) El surgimiento de taṇhā debe dejarse ir / soltarse.

(3) El cese de taṇhā debe contemplarse.

(4) El camino óctuple debe cultivarse.

Para poder comprender estas cuatro tareas necesitamos el concepto adicional que les da coherencia: el concepto de taṇhā. Taṇhā es un concepto complejo, que tiene múltiples aspectos y que se ha traducido de distintas formas y se ha calificado con distintos adjetivos. Literalmente, significa "combustible, la fuente y el medio para mantener un proceso activo energizado". Una segunda definición dice que taṇhā es lo que surge como reacción al contacto con el entorno de un ser consciente. Podemos además dar una lista de conceptos asociados a taṇhā dentro de las escrituras: sed, seducción, fuego, atracción, tentación, deseo, hambre, ansia, pulsión, reactividad, habitual, impulso, impulsividad, tendencia, inclinación, reacción, repetitivo.

Para hacerlo más claro me gusta comparar a taṇhā con la imagen de estar sentado frente a una fogata. Por experiencia sabemos que sólo al estar en cercanía del fuego, éste hace surgir en nosotros una serie de reacciones: nos genera reacciones sensoriales y fisiológicas (calor, sudor, dilatación del sistema circulatorio), nos genera una sensación de bienestar, así como también nos sentimos atraídos, seducidos, cautivados e hipnotizados por el movimiento, el color y el ardor de las llamas, éstas nos evocan imágenes, pensamientos, recuerdos y nostalgias del pasado, etc. 

El Buda nos enseña que taṇhā genera aferramiento. Nos aferramos a todo aquello que nos atrae y nos tienta, a todo aquello que nos genera placer y sensaciones agradables, y así vivimos apegados a estas cosas, que pueden ser personas, objetos, ideas, nuestro propio ego, etc.. El Buda habla de los "cinco agregados de aferramiento", que básicamente se refieren a todo lo que experimentamos: formas, sentimientos, percepciones, inclinaciones y conciencia. En uno de sus discursos explica:

Si las formas, los sentimientos, las percepciones, las inclinaciones y la conciencia fuesen solamente sufrimiento (dukkha) e impregnados por el sufrimiento, pero si no estuvieran también impregnadas por el placer (sukha), los seres no se enamorarían de ellas. Pero debido a que estas cosas son placenteras, los seres se enamoran de ellas. Al estar enamorados de ellas, son cautivados por ellas, y al ser cautivados por ellas, se ven afligidos.

En otro de sus discursos "Sobre el fuego" también explica: 

Bhikkhus, todo está en llamas. Las formas están en llamas, los sonidos están en llamas, los sabores están en llamas, las sensaciones están en llamas, las ideas están en llamas. Bhikkhus, cuando un aprendido noble seguidor ve ésto, él deja de involucrarse en los contenidos de la conciencia (formas, sonidos, sabores, sensaciones, ideas), se desvincula de cualquier cosa que sea placentera o dolorosa [...] Al desinvolucrarse, se vuelve desapasionado, y a través de la templanza él es así liberado; él sabe "Estoy libre". 

Vemos entonces que el aferramiento puede generarse en torno a todos los contenidos de la experiencia: nos aferramos a personas queridas y a personas atractivas, nos aferramos a objetos que apreciamos, nos podemos aferrar al dinero, nos aferramos a nuestra imagen propia, a nuestro ego, nos aferramos a nuestras creencias, a nuestras ideas preconcebidas, nos aferramos a nuestras expectativas del futuro, a nuestros valores y nos podemos aferrar a sensaciones como las de superioridad, de poder y autoridad.

Curiosamente -y es muy importante comprender esto- el aferramiento es un concepto que tiene un origen muscular, puesto que las palabras agarrar, sostener(se), afirmar, mantener, sujetar(se), apretar, aferrar(se) son verbos que provienen de lo que hacemos a través de la fuerza muscular cuando sujetamos objetos o bien cuando nos sujetamos a los objetos físicos. 

Lamentablemente para nosotros y para la enseñanza del Buda, nuestro lenguaje es un lenguaje de aferramiento: decimos "yo sostengo esta opinión" o bien "yo mantengo firmemente mis valores". Y reforzamos este lenguaje de aferramiento cuando vivimos los desacuerdos como combates. Decimos "él defendió con fuerza su postura" o bien "él atacó todos los puntos débiles de mi posición". En el lenguaje del combate reforzamos los aferramientos dado que las opiniones e ideas son posiciones fijas que es necesario defender, lo que implica que uno valora fuertemente las opiniones e ideas propias, puesto que uno está dispuesto a luchar por ellas.

Es más, las situaciones de combate en general se viven estando con un alto nivel de contracción del sistema muscular, es decir, sujetando firmemente nuestros músculos para estar preparados para atacar y defendernos. Esto lo sabemos por experiencia, pues cuando nuestros desacuerdos con otras personas se viven como combates tendemos a volvernos muy tensos y a utilizar y recibir tonos de voz que se perciben como ataques.

En este sentido, no es casualidad que la práctica de la meditación se base en gran parte en la acción de soltar los músculos, de dejar de sujetar los músculos, es decir, en la relajación muscular. Esto es una parte fundamental de la tarea (2) que es dejar ir o soltar el surgimiento de taṇhā, de no involucrarse y cautivarse por el atractivo de las reacciones, de no alimentar el fuego que ellas pueden generar, lo cual permite alcanzar la tarea (3) que significa contemplar cómo al no alimentarlas estas reacciones eventualmente se extinguen y cesan de existir, que es la perspectiva del nirvana: el fin de la reactividad.

En particular, el aferramiento a las ideas tiene un nombre común, lo llamamos dogmatismo y es la forma más intensa de aferramiento, dentro de la cual todo lo que se aleja de un sistema de ideas propias se refuta, se niega, se invalida, se rechaza, se infravalora y se excluye. Yo pienso que el dogmatismo es una de las causas más fundamentales de todo lo maligno de nuestra cultura, y se trata de un problema que no se ha podido superar a lo largo de la historia humana, simplemente por el hecho de que continuamos negándonos, invalidándonos, rechazándonos, infravalorándonos y excluyéndonos mutuamente. El Buda ofrece nada menos que una salida a este círculo repetitivo del aferramiento.

El Buda resume esto diciendo:

Aquel que no tiene fronteras
nunca postula nada como supremo.
Aquel que vive con puntos de vista "supremos"
y los presenta como últimos
Declara todos los otros puntos de vista "inferiores" -
Él no ha superado las disputas.




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