Más allá de izquierda o derecha: horizontalidad y verticalidad en la imaginación política
por Rodrigo Cáceres
Somos animales de convenciones, y lo sabemos pues es relativamente intuitivo para nosotros. Sabemos por ejemplo que los colores de los semáforos significan lo que significan no porque haya algún tipo de relación entre el rojo y detenerse o entre el verde y avanzar. Su significado se da simplemente ya que en algún momento un grupo de personas se puso de acuerdo en que así sería, que se elegirían estos tres colores y que cada uno significaría cada cosa. No es más que una convención, un acuerdo o pacto entre personas.
En realidad vivimos en un mundo de convenciones, las letras son convenciones, las palabras son convenciones, las naciones son convenciones, los Estados son convenciones, las fronteras político-administrativas son convenciones, las leyes son convenciones, las policías son convenciones, los sistemas parlamentarios son convenciones, y un muy largo etcétera.
En la imaginación política, una de las cosas que hacemos por convención desde hace más de dos siglos es pensar y hablar sobre las ideologías políticas en términos de lateralidad u horizontalidad: hablamos de izquierda, de centro y de derecha. Este esquema nació en 1789 en el contexto de la revolución francesa y se ha posteriormente difundido al resto del mundo, permaneciendo inalterado hasta el día de hoy.
Pensamos y situamos a las personas y a los partidos políticos como si fueran puntos en una línea horizontal imaginaria, lo que nos permite hablar de cosas como la "extrema derecha" y la "extrema izquierda". Esto tiene sentido puesto que las líneas tienen extremos a cada lado. De esta manera, vivimos y estamos atrapados en un modo de pensar en que las ideologías políticas se hablan y se imaginan en términos de horizontalidad.
Pensamos y situamos a las personas y a los partidos políticos como si fueran puntos en una línea horizontal imaginaria, lo que nos permite hablar de cosas como la "extrema derecha" y la "extrema izquierda". Esto tiene sentido puesto que las líneas tienen extremos a cada lado. De esta manera, vivimos y estamos atrapados en un modo de pensar en que las ideologías políticas se hablan y se imaginan en términos de horizontalidad.
Nuestro problema personal al nacer dentro de una cultura que vive a través de esta convención es el problema de qué preferimos: ¿Qué es mejor, la izquierda o la derecha? Lamentablemente, al ser una convención -al igual que el semáforo- los términos "izquierda" y "derecha" no guardan ninguna relación con lo que significan en la práctica (política), por lo que a priori no es evidente saber cuáles son las "ideas de derecha" y las "ideas de izquierda". ¿A quién favorecen? ¿Cuáles son sus creencias?
Lo que podemos hacer para saber cuál de los dos preferir es utilizar otros aspectos de nuestras vidas como guías. Por una parte, tenemos refranes conocidos que nos dicen cosas como "todos los extremos son malos" y que hay que "mantener el balance o equilibrio" o llegar a un "justo medio".
Por otra parte, cuando hablamos de moralidad, hablamos de una persona "derecha" para referirnos a una persona correcta, honesta, recta, etc. En los países angloparlantes, "derecho" (right) significa bien, correcto, cierto, verdadero, justo, adecuado e indicado, todas siendo palabras que representan cosas que en general preferimos: ser justos, buenos, correctos, etc.
Por otra parte, cuando hablamos de moralidad, hablamos de una persona "derecha" para referirnos a una persona correcta, honesta, recta, etc. En los países angloparlantes, "derecho" (right) significa bien, correcto, cierto, verdadero, justo, adecuado e indicado, todas siendo palabras que representan cosas que en general preferimos: ser justos, buenos, correctos, etc.
Además, aproximadamente 90% de la población mundial es diestra, y en general la mano derecha es la "mano buena" en muchos lenguajes y culturas. Tradicionalmente a la mano izquierda se le ha llamado "siniestra", "la mano del diablo", y se ha obligado a las personas zurdas a reprimir su prevalencia manual.
Daniel Casasanto, psicólogo de la Universidad de Chicago, estudia cómo el mundo occidental está mentalmente sesgado hacia la derecha. Ha demostrado que nuestra lateralidad o prevalencia manual influencia inconscientemente muchas de nuestras preferencias y decisiones: las personas por quienes votamos, las cosas que compramos, etc. Según Casasanto, se trataría de una influencia innata o natural puesto que se da desde muy temprana edad. En uno de sus artículo científicos explica que "desde una edad temprana, los diestros asocian el espacio hacia la derecha más fuertemente con ideas positivas y el espacio hacia la izquierda con ideas negativas, pero lo contrario es cierto para los zurdos". El hecho de que vivamos en una cultura donde la derecha suele ser el bien, sería simplemente una consecuencia de que ellos son mayoría: la manifestación cultural de una fuerza mayoritaria de diestros, que se manifiesta a través de cómo ser diestro/a influencia nuestra manera de pensar.
Resumiendo este sesgo cultural hacia la derecha, explica que "si las personas conceptualizaran las cosas buenas y malas en un continuo izquierda-derecha en la manera que lo dicta su cultura y su lenguaje, entonces todos deberían pensar que la derecha es lo bueno".
Más aún -y volviendo al tema de lo político- el psicólogo Stewart McCann mostró que en Estados Unidos (donde la dualidad izquierda/derecha equivale a la dualidad demócrata/republicano) los Estados con un porcentaje mayor de diestros tienden a ser más republicanos y que los Estados con porcentaje mayor de zurdos tienden a ser más demócratas.
De esta manera, entendemos que este tipo de influencias manuales inconscientes nos sugieren que es bueno sostener ideas políticas de "derecha", independiente de cuáles sean estas ideas. Este sesgo hacia la derecha es más profundo en los países angloparlantes ya que en español "derecho" no significa cosas como "cierto", "bien" o "verdadero".
¿Qué pasaría si el esquema horizontal izquierda-derecha fuera en realidad inadecuado para pensar nuestra situación actual?
Es necesario primero que notemos que este esquema de horizontalidad se reproduce y se recrea constantemente en nuestra cultura a través del lenguaje. Es una realidad convencional, es decir, es algo que es real solamente porque hablamos de forma cotidiana en estos términos. Lo que sucede normalmente con las convenciones es que las personas están totalmente inconscientes de que están utilizando una convención, un acuerdo y que por ende, es algo que se puede cuestionar y cambiar si no resulta adecuado.
En otras palabras, las personas que viven en convenciones como el esquema izquierda-derecha, viven en la aceptación implícita de este esquema como algo válido o real, pues si no lo aceptaran simplemente no lo utilizarían. En realidad no percibimos las convenciones como convenciones, las percibimos como instrumentos eficaces que nos permiten referirnos a ciertos temas. En este caso, la eficacia del esquema lineal izquierda-derecha es que nos permite hablar del tema de la política a partir de su estructura lineal que cuenta con extremos, un centro y puntos en la línea.
¿Por qué no sería adecuado el esquema izquierda-derecha?
Ya vimos por una parte que nuestra lateralidad innata sesga nuestra cultura hacia la derecha, puesto que los diestros son amplia mayoría. Por otra parte, lo que es más evidente a considerar es que vivimos en sociedades jerárquicas, y que las jerarquías son esquemas que entendemos en términos de verticalidad: como una línea vertical en la cual hay personas o grupos arriba, los que tienen el poder y la autoridad, y luego los que están abajo, que suelen ser los explotados, manipulados y abusados por quienes están arriba.
Desde esta perspectiva parece al menos extraño (a más de alguno podría parecerle idiota) que entendamos la política -y por ende, la organización de la sociedad- en términos de horizontalidad izquierda/derecha siendo que vivimos en una sociedad estructurada verticalmente.
En realidad, pensar la política en términos de verticalidad es mucho más intuitivo: las "ideas de arriba" son evidentemente las ideas que favorecen a los grupos poderosos de la sociedad, mientras que las "ideas de abajo" son las ideas que favorecen a quienes no son poderosos y quienes no tienen representación: los niños, los pobres, los abuelos y abuelas, aquellos que están enfermos, marginados, excluidos, etc. La falta de consideración es probablemente más profunda con respecto a la explotación de los ríos, de los océanos, los bosques, la tierra y los animales y plantas que viven en ellos, cuyo bienestar es sistemáticamente ignorado.
Con respecto a esto último, pensar en términos de verticalidad nos hace notar que en el esquema actual izquierda-derecha, tanto la izquierda como la derecha aceptan explícita o implícitamente el extractivismo, el industrialismo y el especismo, al negarse sistemáticamente a considerar el bienestar de la naturaleza y tratarla como algo que se debe explotar permanentemente.
Podemos notar además que las preferencias implícitas de los que prefieren Arriba o Abajo se vuelven más transparentes. Por una parte, sabríamos que los que tienen ideas de Arriba prefieren que existan ciertos grupos que detentan el poder y deciden sobre la organización de la sociedad, además de preferir que las decisiones políticas favorezcan a estos grupos.
Por otra parte, es intuitivo que los que tienen ideas de Abajo prefieren que la organización de la sociedad la decida el pueblo, además de preferir que las decisiones políticas favorezcan precisamente a los desfavorecidos: a los enfermos, los pobres, los locos, aquellos que sufren de abusos y violencia, los marginados y los excluidos.
Pensar la política en términos de verticalidad es más intuitivo, más adecuado y más inteligente que pensar en términos de lateralidad, especialmente en nuestra situación actual en que los que se encuentran arriba y los que tienen ideas de Arriba no quieren perder sus posiciones de privilegio, quieren mantener y perpetuar sus posiciones de poder, negándose a cambiar las lógicas de la organización de la sociedad, ya que precisamente esas lógicas actuales les generan un incremento continuo de su poderío, sus fortunas, su posesión sobre los medios de comunicación y su influencia y poder sobre las decisiones políticas y en las leyes que nos rigen.
Lo más importante a entender es que es necesario que veamos al esquema izquierda-derecha por lo que realmente es, nada más y nada menos que una convención, una convención histórica la cual ha dado forma a la realidad de cómo se piensa la política alrededor del mundo entero. Y las convenciones, como sabemos, no son leyes ni normas universales, ellas pueden y deben ser cambiadas si nos damos cuenta que son inadecuadas. El esquema Arriba-Abajo parece el más evidente e intuitivo como alternativa.
Más aún -y volviendo al tema de lo político- el psicólogo Stewart McCann mostró que en Estados Unidos (donde la dualidad izquierda/derecha equivale a la dualidad demócrata/republicano) los Estados con un porcentaje mayor de diestros tienden a ser más republicanos y que los Estados con porcentaje mayor de zurdos tienden a ser más demócratas.
De esta manera, entendemos que este tipo de influencias manuales inconscientes nos sugieren que es bueno sostener ideas políticas de "derecha", independiente de cuáles sean estas ideas. Este sesgo hacia la derecha es más profundo en los países angloparlantes ya que en español "derecho" no significa cosas como "cierto", "bien" o "verdadero".
¿Qué pasaría si el esquema horizontal izquierda-derecha fuera en realidad inadecuado para pensar nuestra situación actual?
Es necesario primero que notemos que este esquema de horizontalidad se reproduce y se recrea constantemente en nuestra cultura a través del lenguaje. Es una realidad convencional, es decir, es algo que es real solamente porque hablamos de forma cotidiana en estos términos. Lo que sucede normalmente con las convenciones es que las personas están totalmente inconscientes de que están utilizando una convención, un acuerdo y que por ende, es algo que se puede cuestionar y cambiar si no resulta adecuado.
En otras palabras, las personas que viven en convenciones como el esquema izquierda-derecha, viven en la aceptación implícita de este esquema como algo válido o real, pues si no lo aceptaran simplemente no lo utilizarían. En realidad no percibimos las convenciones como convenciones, las percibimos como instrumentos eficaces que nos permiten referirnos a ciertos temas. En este caso, la eficacia del esquema lineal izquierda-derecha es que nos permite hablar del tema de la política a partir de su estructura lineal que cuenta con extremos, un centro y puntos en la línea.
¿Por qué no sería adecuado el esquema izquierda-derecha?
Ya vimos por una parte que nuestra lateralidad innata sesga nuestra cultura hacia la derecha, puesto que los diestros son amplia mayoría. Por otra parte, lo que es más evidente a considerar es que vivimos en sociedades jerárquicas, y que las jerarquías son esquemas que entendemos en términos de verticalidad: como una línea vertical en la cual hay personas o grupos arriba, los que tienen el poder y la autoridad, y luego los que están abajo, que suelen ser los explotados, manipulados y abusados por quienes están arriba.
Desde esta perspectiva parece al menos extraño (a más de alguno podría parecerle idiota) que entendamos la política -y por ende, la organización de la sociedad- en términos de horizontalidad izquierda/derecha siendo que vivimos en una sociedad estructurada verticalmente.
En realidad, pensar la política en términos de verticalidad es mucho más intuitivo: las "ideas de arriba" son evidentemente las ideas que favorecen a los grupos poderosos de la sociedad, mientras que las "ideas de abajo" son las ideas que favorecen a quienes no son poderosos y quienes no tienen representación: los niños, los pobres, los abuelos y abuelas, aquellos que están enfermos, marginados, excluidos, etc. La falta de consideración es probablemente más profunda con respecto a la explotación de los ríos, de los océanos, los bosques, la tierra y los animales y plantas que viven en ellos, cuyo bienestar es sistemáticamente ignorado.
Con respecto a esto último, pensar en términos de verticalidad nos hace notar que en el esquema actual izquierda-derecha, tanto la izquierda como la derecha aceptan explícita o implícitamente el extractivismo, el industrialismo y el especismo, al negarse sistemáticamente a considerar el bienestar de la naturaleza y tratarla como algo que se debe explotar permanentemente.
Podemos notar además que las preferencias implícitas de los que prefieren Arriba o Abajo se vuelven más transparentes. Por una parte, sabríamos que los que tienen ideas de Arriba prefieren que existan ciertos grupos que detentan el poder y deciden sobre la organización de la sociedad, además de preferir que las decisiones políticas favorezcan a estos grupos.
Por otra parte, es intuitivo que los que tienen ideas de Abajo prefieren que la organización de la sociedad la decida el pueblo, además de preferir que las decisiones políticas favorezcan precisamente a los desfavorecidos: a los enfermos, los pobres, los locos, aquellos que sufren de abusos y violencia, los marginados y los excluidos.
Pensar la política en términos de verticalidad es más intuitivo, más adecuado y más inteligente que pensar en términos de lateralidad, especialmente en nuestra situación actual en que los que se encuentran arriba y los que tienen ideas de Arriba no quieren perder sus posiciones de privilegio, quieren mantener y perpetuar sus posiciones de poder, negándose a cambiar las lógicas de la organización de la sociedad, ya que precisamente esas lógicas actuales les generan un incremento continuo de su poderío, sus fortunas, su posesión sobre los medios de comunicación y su influencia y poder sobre las decisiones políticas y en las leyes que nos rigen.
Lo más importante a entender es que es necesario que veamos al esquema izquierda-derecha por lo que realmente es, nada más y nada menos que una convención, una convención histórica la cual ha dado forma a la realidad de cómo se piensa la política alrededor del mundo entero. Y las convenciones, como sabemos, no son leyes ni normas universales, ellas pueden y deben ser cambiadas si nos damos cuenta que son inadecuadas. El esquema Arriba-Abajo parece el más evidente e intuitivo como alternativa.
Muy atinado tu razonamiento
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