De vuelta a lo esencial: ¿Qué es la iluminación?


por Rodrigo Cáceres Riquelme.

Pareciera que hoy en día, la cuestión de la iluminación humana se está volviendo cada vez más urgente, una pregunta apremiante que debe abordarse y resolverse lo antes posible. Tiene que resolverse por el bien de la salvación de nuestro propio ser, así como por la salvación del mundo colectivo en el que habitamos, que en última instancia es la consecuencia de decisiones tomadas por seres humanos en nuestra extremadamente corta historia como especie (dentro de la gran escala de tiempo planetaria).

Es evidente para nosotros que no vivimos en una sociedad iluminada, pues parece que actuamos colectivamente como todo lo opuesto de eso. Cualquier investigador curioso o persona con un cierto grado de lectura entiende relativamente bien que el mundo occidental es extremadamente estúpido en sus acciones colectivas: una cultura basada en la idea de que los humanos son de alguna manera superiores a todas las criaturas vivientes, que los propósitos humanos son lo único que importa, y que la red de criaturas vivientes a su alrededor es algo que debe ser explotado, destruido y extraído para cumplir con propósitos imaginados de consumismo, militarismo, industrialismo, nacionalismo, modernización, etc.

Si la cultura occidental fuera una película, sería la más aburrida y predecible: la historia de los primates narcisistas que destruyen el entorno natural que los alberga y, al hacerlo, se autodestruyen al no comprender que dependían de su entorno. ¿Somos tan miserables, idiotas y predecibles como especie? ¿Cómo somos incapaces de realizar algo mejor que esa pobre historia?

Pero, ¿cómo es exactamente una persona iluminada? ¿Cómo es un genio? ¿A quién seguimos? Parece que nuestro problema básico hoy en día es poder reconocer a un iluminado cuando nos enfrentamos a él o ella. Si tan solo pudiéramos encontrar los criterios que nos permitiesen saber qué personas entendieron bien el mundo y cuáles lo entendieron mal.

La historia nos presenta algunos ejemplos de personas iluminadas que han cambiado el mundo para siempre: el Buda (Siddharta Gautama - siglo IV aC), Mahoma (siglo VI CE) y Jesús. Estos héroes iluminados tienen cada uno historias específicas. En el caso de los dos últimos (Mahoma y Jesús), ambos están vinculado a un ser divino trascendente que de algun modo entra en contacto con estas personas iluminadas. En el caso del Buda no existe tal ser superior.

En el caso de Jesús, él realmente no necesita "hacer" nada para convertirse en divino o iluminado, ya que simplemente fue escogido por el ser superior. Jesús es un héroe pasivo, en el sentido de que su forma espontánea de ser es iluminada, amorosa, sabia, como uno quiera llamarlo ... En otras palabras, es divino sin esfuerzo, por lo que con su propia forma de ser se las arregla para entregar el mensaje de Dios, de quien él es el Hijo. En otras palabras, Jesús se comporta como un Dios, una persona completamente integrada, sin necesidad de esforzarse para serlo.

En el caso de Mahoma, la historia es diferente porque es presentada como una revelación. El ser superior no "escoge" a Mahoma, pero establece contacto con él, de modo que Mahoma se convierte en una especie de canal de comunicación entre el ser superior y la humanidad, convirtiéndolo en un profeta que entrega un mensaje divino al público.

En el caso de la historia del Buda, resulta ser la más difícil para el héroe, porque está completamente solo. No hay un ser superior que lo unja o pase un mensaje divino. No esta vez. Desafortunadamente para él, está completamente solo con su existencia individual en este mundo. Desde este punto de partida, la iluminación o lo divino no es una 'propiedad' que alguien superior otorga, sino que Siddharta tiene que practicar, practicar y practicar para alcanzar la iluminación. En este sentido, el Buda se ilumina por esfuerzo personal.

¿Y qué es lo que practica? Nada más que la contemplación concentrada de lo que sucede cuando uno está vivo. Y con esta contemplación saca conclusiones e ideas que son útiles para estar sano y poder aceptar la vida en todas sus dimensiones: "uno sufre en la vida"; "uno puede practicar una actitud pacífica"; "uno puede practicar una actitud amable"; "uno puede practicar la conciencia de su propia postura corporal"; "uno queda atrapado en los anzuelos del deseo, el odio y la certeza"; "Uno puede practicar evitar identificarse con emociones, objetos, palabras y teorías", "uno puede evitar identificaciones dogmáticas" y así sucesivamente.

Desde mi experiencia, creo que podemos sintetizar los aspectos de estas diferentes historias en una nueva narrativa de iluminación, que es la narrativa del chamán iluminado o el héroe psicodélico.

Como lo expresa Terence Mckenna sucintamente, "la clave (la llave) es la experiencia psicodélica". Antes de que despierten los estigmas culturales en torno a los psicodélicos, debemos inmediatamente recurrir al término sinónimo de psicodélicos: enteógenos. Este término se deriva de dos palabras del griego antiguo, ἔνθεος (éntheos) y γενέσθαι (genésthai). El adjetivo entheos se traduce al español como "lleno de dios, inspirado, poseído", y genesthai significa "venir a la existencia". De esta manera, enteógeno se traduce literalmente como volverse lleno de dios.

Esto nos hace recordar los textos del poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson sobre la naturaleza divina e infinita de todos los seres humanos, que de alguna manera está escondida y nublada por nuestro condicionamiento cultural: "Dios habita en ti, no es una metáfora ni una parábola ... nublado y cubierto allí se sienta, el infinito envuelto en un humano".

Las culturas donde el consumo de enteógenos es fundamental son múltiples. Jeremy Narby, antropólogo y activista ecológico, describe su historia de descubrir este portal enteogénico en la Amazonía de la siguiente manera (aquí hay un enlace a la entrevista original):
Uno de los misterios que encuentras como antropólogo cuando trabajas con pueblos indígenas del amazonas es que cuando les preguntas cómo saben sobre las propiedades medicinales de las plantas, dicen "bueno, el conocimiento de las plantas proviene de las plantas mismas ... y lo que sucede es que nuestros chamanes ayahuasqueros toman mezclas de plantas y en sus visiones se comunican con los espíritus de diferentes criaturas vivientes", y de ahí obtienen la información ... Me tomó alrededor de una década poder pararme frente a esa afirmación y poder aceptarla al pie de la letra.
Esta es la base del esquema chamánico o psicodélico de la iluminación: tenemos la existencia de un Otro-Planta (no podemos estar seguros si realmente es un ser superior en el sentido de ser eterno o infinito) que proporciona información y conocimiento, iluminando así a los humanos cuando consumen un brebaje como la ayahuasca (que los amazónicos llaman la televisión del bosque) u otros como peyotl u hongos sagrados. 

Sin embargo, cuando la ceremonia y las visiones terminan, los humanos están solos para practicar lo que este Otro-Planta les haya enseñado (por ejemplo, las propiedades medicinales de plantas específicas). El héroe chamánico parece ser, por lo tanto, una síntesis de las historias de iluminación más populares: efectivamente existe un Otro que conoce y enseña, hay revelación de mensajes y enseñanzas a los humanos y se requiere un esfuerzo para poner en práctica estas enseñanzas.

Es obvio que esta historia de la iluminación está más allá del marco de la metafísica occidental, pues la metafísica occidental asume que la naturaleza está muerta, que es automática, que es solo una máquina compleja que no posee interioridad ni personalidad. Al contrario, lo que este marco psicodélico presupone es que hay un método que permite que el Otro-Planta ingrese a la experiencia de los humanos, de modo que el cuerpo humano se comporta como una especie de antena que, cuando se consumen enteógenos, podemos establecer comunicación con un contexto más amplio e inteligente el cual se encuentra inaccesible en nuestra conciencia ordinaria.

Jeremy Narby se hace la interrogante correcta cuando se pregunta: Pero, ¿Por qué las plantas proporcionan ese conocimiento? ¿Qué ganan con eso? Afortunadamente, recibe una respuesta unánime de diversos chamanes:
Las plantas han existido mucho más tiempo que nosotros y nos cuidan tal como los abuelos cuidan de sus nietos. Así que no pueden decir que no cuando acudimos a ellas -especialmente si se trata de sanación y de información que sería buena para nuestras vidas- por lo que les gusta ayudarnos, es un placer para ellas poder servir.
Entonces, ¿Qué nos dicen estas distintas historias sobre la iluminación en nuestra época? Las religiones establecidas como el budismo y el cristianismo hablan de una "segunda venida" de estos seres iluminados, pero esto pareciese ser un craso error, pues pone a los creyentes como seres pasivos que deben pacientemente esperar y esperar hasta que el nuevo elegido venga a la Tierra. Si el budismo tiene razón y no hay tal cosa como un ser espontáneamente divino que es elegido, entonces ninguno de los que esperan la segunda venida se darán cuenta que en cada uno de ellos existe el potencial divino que puede expresarse como una segunda venida. Irónicamente, si todos y todas esperan y nadie toma la iniciativa de esforzarse para convertirse en esa segunda venida, esa segunda venida finalmente nunca se haría realidad.

Más aún, si Jeremy Narby y Terence Mckenna tienen razón, entonces nuestra sociedad actual que demoniza y persigue las sustancias psicodélicas estaría activamente impidiendo la disponibilidad de sustancias que puedan facilitar la llegada de conocimientos desde el pensamiento de las plantas, conocimiento que naturalmente podría aportar a que las personas se iluminen, se integren y cambien profundamente sus formas de ser y de pensar hacia versiones más positivas de ellos mismos.

Acciones materiales vs. acciones espirituales

Una de las trampas más comunes en las que caemos es la de creer que gracias a la ciencia ya entendimos relativamente bien el mundo. Sin embargo, al parecer esta trampa de estar convencidos de que poseemos el conocimiento ha sido extremadamente común en todas las antiguas civilizaciones. Terence Mckenna es muy pesimista al respecto, al explicar que:
Cada cultura que ha existido ha operado bajo la ilusión de que entendió el 95% de la realidad y que el otro 5% se aclararía en los próximos 18 meses... y, sin embargo, miramos atrás a las sociedades que nos precedieron con gran petulancia de lo ingenuos que fueron. Y así, no se nos ocurre que quizás nosotros también estamos silbando en la oscuridad!
Como vimos en otro ensayo, Buda alcanza la iluminación al conocer totalmente a Mara (que no es más que su propia sombra), volviéndose consciente de todos los automatismos y hábitos que Mara produce en él, para así ser libre de sus garras. Lo esencial es que logra esto al no hacer nada, manteniéndose totalmente quieto, imperturbable, inalterable, inmutable frente a las formas y apariencias de Mara (pensamientos, recuerdos, posibilidades, emociones, etc.). En realidad no hace nada en términos de movimiento, pero lo que sí hace es simplemente mantenerse en una posición fija y un modo de atención que no se altera o no responde a los impulsos de la mente, los pulsos automáticos de Mara.

Esto es distinto a lo que sucede en nuestra época, porque la pregunta clásica de la transformación es: ¿Qué hago/qué hacemos para cambiar el mundo? Lo tramposo y engañoso de esta pregunta es que la hacemos dentro de los confines de un mundo extremadamente materialista que está obsesionado con las acciones materiales, por lo que la trampa es que uno espontáneamente piensa que para salvar el mundo uno tiene que realizar acciones materiales.

Si Mckenna tiene razón, entonces debemos tener desconfianza hacia este enfoque, pues al realizar acciones materiales para cambiar el mundo hay que implícitamente creer que uno sabe lo que tiene que hacer para cambiar el mundo.

Si algo nos enseña la arrogancia de creer conocerlo todo y la actitud del Buda es que en realidad deberíamos posicionarnos del lado de la ignorancia radical: no sabemos qué somos o por qué estamos vivos, no entendemos cómo estamos constantemente hipnotizados para reproducir el espacio cultural-simbólico que habitamos, y no tenemos claro lo que hay que hacer para salvar el mundo. A simple vista, los grandes intentos de cambiar el mundo parecen estar constantemente absorbidos por la ideología capitalista dominante, como sucedió en el caso del movimiento hippie.

En contraste a nuestro enfoque de "cambiar el mundo", el Buda entiende que "el mundo", el "allá afuera" no es más que el lugar de las formas y apariencias de Mara que nos esclavizan. El Buda entiende que no tiene sentido querer cambiar lo que está fuera de su control, como las preferencias y las actitudes de otras personas. En otras palabras, comprende que su única posibilidad es salvarse a sí mismo de las garras de Mara. Y al finalmente lograr transformar su relación hacia Mara (o sea, hacia sus pensamientos, sus emociones, sus creencias y hacia sí mismo) inspira a tantas personas que terminan por considerarlo un dios y erigiendo una religión en torno a su historia y sus enseñanzas.

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