¿Qué significa pensar como un virus? Los síntomas del supremacismo occidental

por Rodrigo Cáceres Riquelme

Desde hace ya algunas décadas existen intentos de unificar la inmensa variedad de experiencias de  maltrato, opresión, dominación, marginación, menosprecio, violencia física y/o psicológica, etc. vividas por personas en el mundo moderno. Se trata de una voluntad de crear un marco teórico unificado para pensar en forma conjunta las diversas expresiones de maltrato, marginación y menosprecio a ciertos grupos. Los términos que refieren a esta multiplicidad de situaciones, (y que nos son más familiares) son los de 'racismo' (menosprecio y maltrato por origen étnico),  'xenofobia' (menosprecio y maltrato por país de origen),  'sexismo' o 'misoginia' (menosprecio y maltrato a las mujeres), 'homofobia' (menosprecio y maltrato por orientación sexual o identidad de género) y 'especismo' (menosprecio y maltrato por pertenecer a otra especie viva distinta a la especie humana). 

Frantz Fanon fue un psiquiatra, filósofo y revolucionario quien inició este proyecto de unificar estas distintas expresiones de maltrato y menosprecio de grupos humanos en un marco teórico. Fanon definió el racismo como la producción política y cultural de una jerarquía de superioridad e inferioridad sobre una 'línea de lo humano', la cual puede ser demarcada según múltiples criterios. "Las personas que están arriba de la línea de lo humano son reconocidas socialmente en su humanidad como seres humanos con subjetividad y con acceso a derechos humanos/ciudadanos/civiles/laborales. Las personas por debajo de la línea de lo humano son consideradas sub-humanos o no-humanos, es decir, su humanidad está cuestionada y, por tanto, negada".

Lo útil de esta teorización de una línea horizontal que produce una distinción jerárquica (superior-inferior) es que puede ser aplicada a las distintas experiencias de maltrato y menosprecio : Las experiencias de racismo y esclavismo se expresan en una distinción imaginada en que, por ejemplo, los indígenas americanos fueron imaginados por los colonizadores europeos como "seres sin alma", lo que justificaba su genocidio y posterior evangelización. 

Las experiencias de especismo también se expresan como distinciones imaginadas en que los animales y plantas son imaginados por la tradición del pensamiento europeo como "seres inferiores". Por ejemplo, René Descartes, quien es considerado uno de los fundadores de la filosofía moderna, estableció una distinción entre el hombre y los animales en relación con el alma. Descartes define al animal como una máquina pura carente de alma, que se mueve y funciona gracias únicamente a la disposición de sus órganos, sin la participación de ningún otro principio vital que su propia regularidad mecánica. Esta distinción ha servido como base para prácticas de destrucción de la naturaleza, para el maltrato y experimentación con animales, y en general para no considerar el bienestar de los seres vivos no-humanos.

Las experiencias de opresión y menosprecio por orientación sexual o identidad de género son en este caso una distinción generalmente basada en una teoría de un supuesto "orden natural", que puede estar justificado en una figura divina como Dios quien determina los géneros existentes (masculino y femenino) y sus respectivos roles predefinidos. O bien puede justificarse en base a una teoría sobre la "normalidad" en que aquellos y aquellas que no encajan en las categorías predominantes de género y preferencia sexual son 'anormales', 'no válidos', 'desviados', 'pervertidos', etc.

Las experiencias de sexismo o misoginia también pueden justificarse en distinciones basadas en un "orden natural" según el cual el hombre tiene autoridad moral sobre la mujer, en un "orden divino" según el cual la mujer está relegada a roles específicos que debe cumplir. También puede manifestarse en experiencias de cosificación sexual y maltrato que se basan en teorías implícitas de que la mujer debe adaptar su imagen corporal a las preferencias del hombre. De modo general, se trata de la idea de que las preferencias y acciones del hombre tienen primacía y las mujeres deben adaptarse a esa primacía y relegarse ellas mismas a un segundo plano.

Teresa San Ramón también intenta concentrar esta multiplicidad de experiencias de maltrato, rechazo y menosprecio acuñando el concepto de alterofobia, que literalmente significa aversión, miedo o repulsión a quien es diferente en algún respecto o capacidad. ¿Diferente con respecto a quién? Es aquí donde aparece la figura ideal del hombre occidental de origen europeo, blanco, racional, lógico, desapasionado, científico, masculino, monógamo y monoteísta. Esta figura ideal (que ciertamente ha cambiado según la época) ha representado históricamente un estándar a través del cual evaluar y, posteriormente, negar a todos y todas quienes son diferentes a este ideal en algún aspecto.

Desde la figura del blanco europeo, la experiencia de alterofobia se manifiesta a través de una multiplicidad de emociones, sentimientos y acciones: sensaciones de superioridad, de autoridad moral (sentirse con la autorización para dar órdenes), y emociones como el rechazo, el desprecio o desdén, la agresividad, el miedo, la incomodidad, el disgusto o asco, la falta de consideración,  el menosprecio o infravaloración, la exclusión o marginación, el prejuicio y la violencia física o psicológica. Estas emociones, sensaciones y juicios surgen de forma relativamente automática en los cuerpos de los blancos en posiciones de privilegio y/o poder, puesto que se constituyen como respuestas emocionales automáticas, basadas en alguna demarcación de la inferioridad de "los diferentes" en alguno de los aspectos que revisamos (origen étnico, orientación sexual, sexo biológico, etc.)

Echando un vistazo a la historia occidental, es evidente que estas emociones de disgusto, menosprecio, hostilidad, etc. frente a "los diferentes" se han traducido principalmente en tipos de acciones como: (1) el genocidio o exterminio, y de forma más general, la violencia física y psicológica; (2) la dominación y sometimiento en situaciones de esclavitud bajo diferentes modalidades (bajo amenaza de violencia o muerte; bajo esquemas de dependencia tales como instituciones coloniales, el sistema-dinero, etc.) y (3) la conversión de "los diferentes" al modo de ser, pensar y actuar occidental.

Con respecto a este último punto (3), Walter Mignolo (2011) identifica que la retórica de la historia de Occidente ha sido una retórica de salvación: un modo de pensar en que Occidente se ha impuesto un deber de salvar y convertir al Otro, es decir, convertir a todo aquel y aquella que guarde alguna diferencia con respecto al ideal occidental: el hombre blanco de origen europeo, racional, monógamo, masculino y monoteísta. 

En otras palabras, Occidente ha adoptado un modo de pensamiento que lo lleva a replicarse y expandirse, a acabar con la diversidad cultural existente convirtiendo a todos al modo "ideal" de ser y hacer occidental. Este es precisamente el comportamiento básico de un virus: el virus logra apropiarse del control de la célula que coloniza y hacer que ella actúe de acuerdo a sus propósitos de replicación. 

Los primeros que lograron hacer esta identificación de Occidente con el comportamiento de un virus fueron las hermanas Wachowski en su producción cinematográfica "The Matrix (1999)", en la cual uno de los personajes principales relata: 

Me gustaría compartir una revelación que he tenido durante mi estancia aquí. Se me ocurrió cuando intenté clasificar su especie. Me di cuenta de que en realidad ustedes no son mamíferos. Todos los mamíferos de este planeta desarrollan instintivamente un equilibrio natural con el entorno que los rodea, pero ustedes, los humanos, no lo hacen. Se establecen en un área, y se multiplican y multiplican hasta consumir todos los recursos naturales. La única manera que tienen de sobrevivir es extendiéndose a otra área. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: el virus. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer de este planeta.

En este relato no es la dimensión del maltrato humano la central sino la del maltrato ecológico o la destrucción de los seres vivos en el medioambiente, en la cual el virus coloniza un lugar, lo devora y luego se expande al siguiente lugar para continuar multiplicándose.


Después de nuestro análisis es natural no caer en el gesto generalizador de decir que "la humanidad es un virus", insinuando que hay algo esencialmente parasitario en el ser humano. Por el contrario, se puede relegar este tipo de comportamiento específicamente a la cultura Occidental y su pasión por convertir a quienes son diferentes, validando una única forma de vivir, hacer, ser y pensar: la uni-forma Occidental. Arturo Escobar (2016) resume este patrón colonial de la cultura Occidental al describirlo como "un mundo uni-mundial, un mundo hecho de una sola Palabra, que se ha otorgado el derecho a ser 'El' único mundo posible".

Para los europeos, este patrón colonial o patrón-virus suele justificarse por la idea de que "los diferentes" están en una situación de carencia o necesidad de ayuda. Por ejemplo, durante el siglo XIX, la idea de "la carga del hombre blanco" apareció en un poema de Rudyard Kipling, en referencia a la idea de que los blancos tienen la obligación de hacer que los otros pueblos sean más "civilizados", lo cual se utilizó para justificar la política imperialista como una empresa noble y deseable. 

La lógica es la siguiente: puesto que a "los diferentes" se los ha percibido históricamente como en situación de carencia, de inferioridad, de retraso o en situación de víctima,  Occidente se ha impuesto un deber de sacarlos de su condición imaginada de "primitivos", "subdesarrollados", "salvajes", "indios", "incivilizados" o "aborígenes", un deber de liberarlos de la "irracionalidad", la "anarquía" y la "superstición". Como se puede notar, todas las connotaciones negativas que poseen estos conceptos han sido construidas culturalmente por Occidente precisamente para enfatizar la inmoralidad, lo maligno de ser diferente al ideal Occidental.

Por el contrario, Occidente vendría a difundir la "modernidad", la "objetividad", el "progreso", la "racionalidad", el "crecimiento y el desarrollo" y la "Ciencia y la Tecnología". Las connotaciones positivas de estos otros conceptos también han sido construidas culturalmente por Occidente para para situar el imperialismo o expansión global de Occidente como algo deseable y positivo, escondiendo así su aspecto colonial y el rechazo implícito de las formas de vida de "los diferentes".



A partir de los distintos aspectos considerados, se pueden generalizar todas estas situaciones y experiencias a partir del concepto de supremacismo. El supremacismo es una ideología según la cual un grupo de personas es superior a otro grupo de personas en función de algún criterio o estándar justificado en el lenguaje. A priori, no existe límite a los criterios según los cuales la distinción superior/inferior se demarca. Lo útil de esta concepción es que permite incorporar nuevos tipos de supremacía que no tienen directamente que ver con el trato a personas. 

Por una parte, la Universidad occidental aparece como una institución que reproduce la supremacía cultural de Occidente, en la medida que sus docentes imparten saberes provenientes mayoritariamente de cinco países: Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia e Inglaterra, tal como si todos los saberes del resto del mundo fueran inferiores y no dignos de consideración.

Por otra parte, el lenguaje y las categorías del discurso aparecen también como mecanismos principales del supremacismo Occidental. Esto es evidente en términos que se han vuelto invisibles tales como "Primer Mundo" y "Tercer Mundo", que implícitamente sitúan una jerarquía en la geografía global, en que el "Primer Mundo" se vuelve el estándar que el "Tercer Mundo" debe seguir para llegar a ser un "país desarrollado". Es útil recordar aquí la fórmula de Ivan Illich en su crítica de la ideología del desarrollo: "Mientras un país se considere como subdesarrollado, entonces está tomando prestado sus modelos al Norte". 

De esta manera, podemos notar que el instaurar y establecer las categorías del discurso europeo en un grupo de "los diferentes" que han sido colonizados, es la forma más efectiva para asegurar la reproducción de las prácticas occidentales. Esta es una suerte de colonización del pensamiento, pues al pensarse a sí mismos en función de las categorías de la teorías producidas por el centro Europeo, actúan con respecto a esos mismos ideales y estándares europeos, pero esta vez sin necesidad del uso o amenaza de violencia colonial. 

Pensar como un virus es, tomando las palabras de Humberto Maturana, tener una "pasión por cambiar al Otro". Se trata de creer que mi forma de ser, pensar y hacer es superior y más válida que la de alguien más, y bajo alguna justificación (autoridad moral, argumentos racionales, orden natural, orden divino, naturaleza biológica, etc.) exigir o forzar a que ese otro cambie su forma de ser y se convierta a lo que yo considero como superior y mejor. 

En el nivel cultural la lógica es exactamente la misma, pues se trata de creer que mi cultura y mis prácticas culturales son superiores y más válidas que las de alguien más, y bajo alguna justificación (autoridad moral, argumentos racionales, orden natural, orden divino, naturaleza biológica, etc.) exigir o forzar a que ese otro abandone sus prácticas culturales y se convierta a lo que yo considero como superior, mejor y más válido. 


Referencias

Escobar, A. (2016). Sentipensar con la Tierra: las luchas territoriales y la dimensión ontológica de las epistemologías del sur. AIBR: Revista de Antropología Iberoamericana, 11(1), 11-32.

Grosfoguel, R. (2012). El concepto de «racismo» en Michel Foucault y Frantz Fanon:¿ teorizar desde la zona del ser o desde la zona del no-ser?. Tabula rasa, (16), 79-102.

Mignolo, W. (2011). The darker side of western modernity: Global futures, decolonial options. Duke University Press.




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