Metodologías en primera persona para la investigación psicodélica
por Rodrigo Cáceres
Durante los últimos años hemos sido
testigos de un efervescente resurgimiento de interés sobre los psicodélicos,
sustancias tanto naturales como sintéticas que alteran de distintas formas
nuestro estado de conciencia. Entre otras cosas, afortunadamente este resurgimiento
ha sido acompañado de un creciente interés por el estudio científico de los
psicodélicos, en aspectos tan variados como (i) modificaciones del
comportamiento luego de experiencias psicodélicas, (ii) la neurociencia de cómo
el cerebro modifica su funcionamiento bajo el efecto de estas sustancias, y (iii)
su potencial terapéutico como tratamiento de adicciones o acompañamiento de
procesos psicoterapéuticos.
Todos estos movimientos han sido en general
positivos y, al mismo tiempo, han hecho una suerte de ‘limpieza’ a la mala fama
que tenían estas sustancias en el imaginario colectivo, incluyendo los típicos
prejuicios de que te ‘freían el cerebro’ o te hacían saltar de un quinto piso
convencido de que podías volar. Solo el hecho de hablar de ellas como ‘drogas’
nos conduce erróneamente a pensar en ellas como sustancias adictivas o que
pueden arruinar tu vida, lo cual la mayoría de las veces no es el caso, y las
generalizaciones de este tipo solo han entorpecido un entendimiento profundo de
sus potencialidades y límites.
Sin embargo, es necesario notar que, al
estudiar estos fenómenos desde un punto de vista científico, tendemos a olvidar
que la ciencia tiene un modo de operar bastante particular, el cual no es
absoluto, sino que tiene ciertos límites en la comprensión que nos puede
entregar. En estas páginas me gustaría examinar los límites de un enfoque
científico a los psicodélicos en cuanto éste se basa en descripciones en
tercera persona, explorar cómo este enfoque conduce a que el carácter místico
o transcendente de la experiencia psicodélica en cuanto ella es vivida en
primera persona quede en segundo plano como un fenómeno secundario a aquello
que es medible y objetivable.
Ya en 1932 el físico alemán Max Planck
planteaba que “la ciencia no puede resolver el misterio último de la
naturaleza. Y es que, en última instancia, nosotros mismos somos parte del
misterio que estamos tratando de resolver”. El método científico ha tendido
a asumir que los fenómenos que estudia tienen una existencia en sí mismos, que
son separables e independientes de uno, cosas objetivas más allá de cualquier
perspectiva individual que los pueda captar. Y la postura que tiende a
acompañar este supuesto es la de un observador de carácter imparcial, que
estudia los fenómenos desde una distancia e intenta incorporar la mayor
cantidad de instrumentos que midan parámetros que se puedan objetivar, para así
no ‘manchar’ la investigación con sus valores y apreciaciones propias. Sin duda
esta actitud epistémica tiene cierto fundamento y ha permitido un gran avance
en el conocimiento científico. Sin embargo, cuando lo que estamos estudiando
son seres vivos o, más particularmente, seres humanos, aquello que no es
objetivable es la experiencia tal cual ella es vivida en primera persona. En
otras palabras, no lo que le sucede al ‘sujeto participante del experimento’,
sino que lo que me pasa a mí y que sólo es accesible desde mi vivencia
en carne propia. Dicho de otra manera, ya no es un ‘eso allá’ que se
señala o estudia, sino que un ‘esto aquí’ que se vive.
Un ejemplo bastante ilustrativo de esta
dicotomía entre la tercera y la primera persona son los estudios de Rick
Strassman sobre los efectos de la DMT (dimetiltriptamina), en que Strassman -en
su rol de científico- se dedicó a medir una serie de indicadores fisiológicos
para ver que sucedía cuando administraba DMT intravenosamente: pulso cardíaco,
glucosa en la sangre, presión arterial, etc. Lo que le informaban estas
mediciones sobre los efectos era una faceta de lo que se podía aprender, sin
embargo, la parte ‘invisible’ de lo que ocurrió surgió en los aplastantes
relatos de sus participantes, quienes aseguraban haber sido transportados a un
reino o una realidad más real que la cotidiana, en que habitan seres
inteligentes y benevolentes. Estos relatos naturalmente descolocaron a
Strassman y su equipo, pues lo que les ocurría a los participantes, esa
experiencia vivida efectivamente era un punto ciego para ellos como
científicos. En este caso, se invirtieron los roles y los ‘datos objetivos’
resultaron ser secundarios a lo despampanante de los ‘relatos subjetivos’ de
esta realidad transdimensional [1].
Resultaría inocente aquí caer en la trampa
de decir que como sólo se trata de experiencias subjetivas, ellas no pueden ser
reales, pues sólo lo objetivo es real. De hecho, un estudio reciente sobre
usuarios de DMT mostró que entre ellos existe un alto nivel de consenso, pues
la mayoría reporta encuentros con entidades benévolas e inteligentes, que los
participantes sugieren que existen en una realidad alternativa [2].
Analizando estos experimentos podemos
plantear la hipótesis de que lo subjetivo no es meramente privado e insondable
desde un punto de vista científico, sino que lo subjetivo es resonante, es
decir, si bien todas las experiencias son únicas, efectivamente existen
patrones inter-subjetivos, regularidades que se van repitiendo en las
experiencias de distintas personas, ya sean de orden temático (los seres o
cosas que se observan) o formal (los tipos de experiencias que se tiene).
Son este tipo de regularidades las que nos permiten abstraer enseñanzas o
conocimientos que sean aplicables para las distintas experiencias individuales.
Otro ejemplo de estos ‘patrones
inter-subjetivos’ en experiencias psicodélicas son los fenómenos que se llaman
‘realizaciones’ (insights en inglés) o experiencias de ‘A-ha!’, es
decir, una repentina revelación, una concentración de significado en la que de
repente algo nos parece muy relevante, novedoso o muy significativo. Esto es
algo que se logra especialmente a través de la mediación de psicodélicos. Un
modo de explicarlo es el siguiente: digamos que en la experiencia cotidiana me
comunican algo que puede que sea importante, pero que, en última instancia, son
sólo palabras. Por ejemplo, me dicen ‘comer sano es importante’, ‘mejorar tu
postura va a cambiar tu vida’ o ‘el cigarro te va a matar’. Lo especial que
surge durante las experiencias psicodélicas es que esta clase de mensajes
aparecen acompañados de una explosión de significado y belleza expresiva, de
tal manera que nos parece casi como una revelación divina la que acabamos de
tener. Las sustancias como la psilocibina o el LSD trabajan con el organismo en
su totalidad, y por esta razón, lo que en un estado de vigilia nos puede
parecer ‘un mensaje más’ sin mayor transcendencia, los psicodélicos lo trabajan
desde las profundidades del inconsciente y desde ahí pueden acceder a una
dimensión más profunda de nuestro ser (tal como sucede en la película ‘Inception’,
en que para poder implantar efectivamente una idea en la mente de una persona
se debe acceder a varios niveles de profundidad en el inconsciente).
Naturalmente, este enfoque fenomenológico o
de descripciones en primera persona también tiene sus límites y complejidades,
específicamente cuando nos cuestionamos nuestra capacidad de entregar
descripciones precisas de nuestra experiencia. Hay un chiste en que se
encuentran dos peces en el océano y uno le pregunta al otro ¿Qué tal está el
agua?, y luego de avanzar unos cuantos metros, el otro pez se cuestiona ¿Qué
rayos es el agua? Así, nuestra propia experiencia nos suele ser transparente
debido a la gran naturalidad con la que nos desenvolvemos en ella. De manera
similar, solemos hablar de ‘estados alterados de conciencia’ pero a la hora de
preguntarnos ¿En qué se alteró tu conciencia? tendemos a encontrarnos con un
gran silencio y a encogernos de hombros sin saber describir estas variaciones
que vivimos con tanta espectacularidad. Mucho de lo que sucede durante
experiencias psicodélicas tiene que ver con cómo nos sentimos, con las
variaciones en nuestro sentir y su intensidad. Llegar al éxtasis bajo la
influencia de un psicodélico suele ser una experiencia inefable, y tiende a
ponernos la presión para forzar al lenguaje, para inventar palabras o poemas
que nos permitan poder hacer un mapa de la significancia de lo que se vivió.
Una dificultad adicional es la que menciona
el neurobiólogo y especialista en DMT, Andrew Gallimore, quien sugiere que para
poder ‘computar’ el reino DMT, nuestro cerebro debe dejar de lado la realidad cotidiana
3D y reconfigurarse para sintonizar una realidad ultradimensional (5D,6D), y
por esta razón, una vez que se extinguen los efectos de la molécula y volvemos
a la realidad 3D, resulta muy difícil o casi imposible recordar lo que se vio
durante la experiencia, pues el cerebro ya no es capaz de simplemente proyectar
recuerdos que se encuentran en una dimensionalidad superior [3].
Obviamente sería simplista pensar en oponer
los enfoques científicos-objetivables a los enfoques fenomenológicos (de la
experiencia vivida), o pensar que uno es superior al otro. Indudablemente los
enfoques científicos son importantes, pues estas evaluaciones objetivas han
servido para impulsar procesos de descriminalización de psicodélicos en varias
partes del mundo, así como para obtener datos duros sobre la efectividad de la
psicoterapia con psicodélicos en comparación a lo que ofrece la industria
farmacológica hegemónica, en lo que concierne los tratamientos de afecciones a
la salud mental.
Por su parte, los enfoques en primera
persona son importantes para entender lo que nos va ocurriendo a nosotres en
cuanto usuaries de psicodélicos, la relación que vamos tejiendo ya sea con el
hongo mágico, el peyote, el LSD, DMT, etc. Y también con otras personas
alrededor de estas sustancias. Igualmente, es importante saber con qué actitud
enfrentar e interpretar las vivencias visuales y sensoriales que ellos nos
entregan de maneras tan intensas y expresivas durante la experiencia
psicodélica.
Es indudable que los psicodélicos nos
orientan en una dirección específica, es decir, que tienen ciertos valores que
quieren actualizar en nosotros, como la apreciación, el conocimiento y la
defensa de la naturaleza; permitir la digestión de traumas y procesos psíquicos
que se han quedado estancados en nuestro ser y que son limitantes para nuestro
florecimiento personal y relacional. Por estas y otras razones, es importante
sistematizar, recopilar experiencias para poder así dibujar de manera más clara
cuál es el camino que estos seres nos están mostrando. Esto, en particular, es
parte de un programa más grande que igualmente involucra un reconocimiento de
que tras estas moléculas psicodélicas hay inteligencias, entelequias o
espíritus (poco importa el nombre) que tienen intenciones propias y que nos
quieren orientar. Si Sartre aseguró que la naturaleza es muda, Terence Mckenna
lo desmintió afirmando que ‘la naturaleza no es muda, sino es el hombre quien
se ha vuelto sordo’ [4].
Notas
[1] Documental DMT La molécula Espiritual. https://www.youtube.com/watch?v=ptPC5zuaO3Y
[2] Davis, A. K.,
Clifton, J. M., Weaver, E. G., Hurwitz, E. S., Johnson, M. W., & Griffiths,
R. R. (2020). Survey of entity encounter experiences occasioned by inhaled N,
N-dimethyltryptamine: Phenomenology, interpretation, and enduring
effects. Journal of
Psychopharmacology.
[3] Entrevista a Andrew Gallimore, PhD. Your brain on DMT: Other dimensions & therapeutic use. https://www.youtube.com/watch?v=El76tF3O8T8
[4] Terence Mckenna. Un mensaje para los artistas. https://www.youtube.com/watch?v=zzLTeLGbVEk
Gracias
ResponderBorrar