Análisis del Conocimiento de los Hongos Sagrados entre los Mazatecos después de 54 años
Análisis del Conocimiento de los Hongos Sagrados entre los Mazatecos después de 54 años
GASTÓN GUZMÁN
Instituto de Ecología, A.C., Xalapa, Veracruz, México gaston.guzman@inecol.mx
El progreso de los pueblos debe de estar ligado con la educación, la cual respetará las costumbres y tradiciones que estarán alejadas de cualquier religión, política o influencia extranjera. G. G.
Resumen: Se presenta una síntesis histórica de cómo los hongos alucinógenos mexicanos fueron descubiertos en la población mazateca de Huautla de Jiménez, enclavada en la sierra noroeste del estado de Oaxaca y en donde aún subsisten tradiciones en el uso de los hongos. Fueron Weitlaner, Reko, Pike y Schultes, quienes a principios del siglo pasado, recabaron los primeros informes sobre estos hongos que llevaron a su descubrimiento por los esposos Wasson entre 1953-1955. Posteriormente, Heim y Singer definieron las especies, investigación que continué desde 1957 al presente. Debido a esto conocí a la familia Nava et al. del Rancho del Cura. En este trabajo, que se basa en mis estudios en el campo entre 1957-1958, se añaden los desarrollados en los dos últimos viajes a dicha región, en 2012 y 2013. Se hace una comparación entre el Huautla de Jiménez de antes y el de ahora, en relación con la decadencia de sus costumbres sobre los hongos. Se abordan también las confusiones que hay con el nombre teonanácatl.
Artículo Volumen X, número 2. 30 de Abril de 2014.
Recibido 25.06.2013, aceptado 12.01.2014, publicado en línea 30.04.2014. EISSN: En trámite. D.O.I.: En trámite Gastón Guzmán Huerta
An analysis on sacred mushroom knowledge among the Mazatec after 54 years
Abstract: This paper presents a historical overview of how Mexican hallucinogenic mushrooms were discovered in the Mazatec population of Huautla de Jiménez, a village located in the northwestern highlands of Oaxaca, where traditional uses of fungi still exist today. It was Weitlaner, Reko, Pike, and Schultes who gathered the first reports of these fungi early in the 20th centrury, which led to their discovery by Mr. and Mrs. Wasson between 1953 and 1955. Subsequently, Heim and Singer defined the species, and from 1957 to date, I have continued this research. In this context, fifty-four years ago I came to know the Nava family and other local actors residing at Rancho del Cura. Based on my fieldwork from 1957-1958 as well as recent trips in 2012 and 2013, a comparison is made between two different time periods in Huautla de Jiménez in relation to the decline of the local mushroom tradition. Also addressed herein is confusion regarding the word teonanácatl. Key words: Huautla de Jiménez, history, ethnomycology, Psilocybe, teonanácatl. Oaxaca,
INTRODUCCIÓN
Destaco aquí el papel tan importante que tuvo para mí en 1957 el ilustre mazateco Don Isauro Nava García, con quién establecí importantes lazos y a su vez con toda su familia (figuras 36-37). Además resalto la conexión que logró establecer el Profesor Niquita Nava Martínez conmigo en 2012, a través de su hermana Silvia, mi ahijada y de su hijo el Profesor Israel Nava, lo que motivó el viaje a Huautla de Jiménez en 2012, esto después de más de 50 años de ausencia. El apoyo que Nisao Ogata, discípulo del autor, y su esposa Andrea Suardíz me otorgaron para el viaje del 2012 fue fundamental, ya que de ahí nació la idea de volver en 2013 y de escribir el presente artículo. Esto último gracias a la iniciativa del Maestro Etnolingüista Juan Casimiro Nava. Mi hija, Laura Guzmán-Dávalos, quien siempre ha estado pendiente de mis trabajos, me llevó con su esposo Eduardo Fanti en el viaje de 2013, en el que la participación de mi esposa Isabel Laserre, fue de un gran apoyo a todo el grupo. El presente trabajo se divide en los siguientes capítulos, tomando en cuenta el conocer primero la historia de los famosos hongos sagrados:
1.- Historia del descubrimiento de los hongos sagrados en México;
2.- Los hongos alucinógenos, sus propiedades y las ceremonias nocturnas asociadas a su consumo;
3.- La población de Huautla de Jiménez, las tradiciones y sus hongos ayer y hoy;
4.- Cómo llegué nuevamente a Huautla de Jiménez en 2012 y 2013, y
5.- Corolario.
HISTORIA DEL DESCUBRIMIENTO DE LOS HONGOS SAGRADOS EN MÉXICO
El conocimiento sobre los hongos alucinógenos en México se remonta al siglo XVI con Bernardino de Sahagún, destacado fraile en los inicios de la Colonia de la Nueva España. Como parte de su tarea evangelizadora, estudió las costumbres de los indígenas en el Valle de México, lo que lo llevó a descubrir el uso de unos honguillos singulares que los indígenas comían y con los que tenían visiones. A dichos hongos los identificaban, según Sahagún, con el nombre de teonanácatl, palabra náhuatl que significa hongo sagrado (Sahagún 1530).
Por siglos fue un enigma saber qué hongos eran esos que hacían ver visiones. No obstante, Safford, un destacado químico de EUA, afirmó a principios del siglo pasado que el teonanácatl no era un hongo. Para Safford, se trataba del peyote, una cactácea común de los desiertos del norte de México y del sur de EUA, que los indígenas comen ceremonialmente y con la que ven visiones. Esta confusión fue ocasionada porque Safford había aislado del peyote una substancia con la que se veían visiones como las que describió Sahagún con sus honguillos. A esta substancia Safford la llamó mescalina, en alusión al mezcal de Oaxaca, que creía se obtenía del peyote y que según él lo confundían con hongos. Sin embargo, Reko (figura 1), un médico austriaco que radicaba en Oaxaca y aficionado a la antropología, se negó a aceptar que el teonanácatl fuera el peyote. Se basó (Reko, 1919) en que había escuchado repetidas veces de parte de los indígenas oaxaqueños, que en los pueblos de las sierras comían unos hongos raros con los que veían visiones. Reko suponía que esos hongos eran el teonanácatl de Sahagún y con ello se inició la confusión sobre qué es teonanácatl, el cual mal se aplica ahora a todos los hongos sagrados de México, como se verá más adelante en este artículo.
Otro estudioso de la antropología, el austriaco Weitlaner, quien estaba en aquella época en Huautla de Jiménez, supo también de esos hongos que ingerían los indígenas y trató de localizarlos. Pero en aquel tiempo los hongos alucinógenos, sagrados para los indígenas, eran un secreto que no se divulgaba a las personas ajenas a la comunidad. Esto era consecuencia de la fuerte oposición que habían sufrido los indígenas por la Iglesia Católica, desde tiempos de la Colonia, para el consumo de tales hongos. Tanta fue la oposición, que el Santo Oficio de la Inquisición castigaba a quien los comiera. Esta persecución obligó a que los indígenas abandonaran las tierras bajas en donde vivían y se remontaran a las sierras. Pero al alcanzar los religiosos estos pueblos serranos tiempo después, poco a poco fueron cristianizando a los indígenas, permitiéndoles que comieran sus hongos pero que con ellos dejaran de hablar con sus dioses y se dirigieran a Dios. Nació así un sincretismo.
Weitlaner al obtener los supuestos hongos sagrados mazatecos se los remitió a Reko, quien a su vez había conseguido también otros y todos fueron enviados a distintas universidades del extranjero para su estudio. Sin embargo, ninguno de estos hongos pertenecía a los sagrados. Además, como los ejemplares que se enviaron no estaban bien preservados, fue poco lo que los especialistas pudieron hacer. En la Universidad de Harvard dichos hongos llamaron la atención de Schultes (figura 2), quien hizo contacto con Reko para organizar un viaje a Huautla de Jiménez y conocer tales hongos. Fue así como Reko y Schultes emprendieron un viaje hacia aquella población en 1938 (Davis 2004). Allá contactaron con los mazatecos (figura 3) e inclusive Schultes platicó con Pike (véase más adelante) para obtener los hongos. Reko y Schultes consiguieron, de parte de los mazatecos dos paquetes de hongos sagrados, pero además ellos recolectaron (hay confusión en esta información) otros hongos que suponían eran iguales a los de los indígenas, con los que formaron un tercer paquete. Schultes, de regreso a la Universidad de Harvard, solicitó que le identificaran los hongos de los tres paquetes. El especialista solamente logró determinar los hongos del tercer paquete como Panaeolus campanulatus var. sphinctrinus (ahora llamado P. sphinctrinus, figura 26). Con esta información, Schultes escribió un artículo (Schultes 1939), en el cual relacionaba los hongos de los mazatecos con el teonanácatl de los aztecas. Continuó así la confusión originada por Reko, sobre la verdadera identidad de los hongos de los mazatecos y del teonanácatl.
El Dr. Rolf Singer estuvo en la Universidad de Harvard en 1941, en donde estudió los hongos de Reko y Schultes. Confirmó la identificación del tercer paquete, a los que llamó Panaeolus sphinctrinus, y de los otros paquetes, sólo determinó uno, que correspondió al San Isidro de los mazatecos y que llamó Psilocybe cubensis (figura 27). Singer dio a conocer este importante hallazgo simplemente en dos pequeños párrafos en dos páginas diferentes, dentro de su trabajo monumental de más de 800 páginas que trata sobre la taxonomía de los hongos (Singer 1951). Con ello, la información de Singer pasó desapercibida. Por otra parte, en las últimas ediciones de su trabajo, Singer excluyó el uso de Panaeolus (Singer 1986), debido a que ninguna especie de Panaeolus es usada en México, como se lo comuniqué por carta en 1958. Los esposos Wasson (Gordon Wasson un banquero retirado en Nueva York y su esposa, Valentina Pavlovna, una pediatra rusa también retirada) estaban estudiando desde hacía varios años la importancia social de los hongos entre los pueblos del mundo. Al recibir una carta de un amigo con el artículo de Schultes de 1939 y una fotografía de un hongo de piedra de Guatemala, decidieron venir a México en 1953 y viajar a Huautla de Jiménez en busca del hongo citado por Schultes. Fueron varios viajes infructuosos a aquella población e incluso a Guatemala, hasta que en 1955 Wasson conoció a María Sabina, una de las curanderas de Huautla de Jiménez, que realizaba ceremonias en las que ingería hongos sagrados.
En esa época vivía en Huautla la religiosa Eunice Pike, quién había recabado información de parte de los mazatecos sobre cómo son, qué producen y la gran importancia tradicional de los hongos sagrados, los que relacionaban con Cristo. Schultes, como se ha dicho, platicó con ella pero no lograron ambos conocer los hongos. Pike escribió inclusive dos cartas, una al Dr. Stephan de Borhegyi, antropólogo que trabajaba en Guatemala con los llamados hongos de piedra de los mayas y la otra fue a Wasson (esta última reproducida por Wasson y Wasson 1957, y Wasson en Heim y Wasson 1958). De la primera, el hijo del Dr. Borhegyi me envió una copia. En dichas cartas, Pike describió el San Isidro, que sólo crece en donde Cristo había dejado su sangre, según la información que le dieron, y los efectos que producía el hongo al consumirlo. Los hongos hablan, los hongos nos guían, los hongos ayudan a conocer los males de una persona, le decía un mazateco a Pike.
Figuras 1-3. Pioneros en los estudios en los hongos de los mazatecos. Década de los 30 s. 1: Blas Pablo Reko, quien fue el primero en negar que el teonanácatl era peyote. 2: Richard Schultes (con flecha) en una de sus exploraciones. 3: Schultes (con flecha) con una familia en Huautla de Jiménez en 1938 (1: del Bol. Soc. Bot. Mex. 16, 1954; 2-3: obsequiadas por Schultes).
Precisamente en estas propiedades se basaban los curanderos para guiar a los pacientes con los hongos en sus veladas. Los Wasson publicaron un importante libro con sus conocimientos acumulados en sus viajes a Siberia y a México (Wasson y Wasson 1957). En él narraron las ceremonias con los hongos en aquellos pueblos siberianos y en Huautla de Jiménez, en este último caso en un capítulo bajo el título de Teonanácatl (!) (la admiración es mía para resaltar la equivocada relación que dieron también los Wasson al teonanácatl de Sahagún con los hongos mazatecos). Por cierto, fue Weitlaner quien guio a los esposos Wasson en su primer viaje a Huautla (Davis 2004). Como los Wasson no eran especialistas en hongos, recurrieron al Profesor Roger Heim, destacado micólogo en Francia a quien le llevaron los hongos que habían recolectado en México. Heim quedó sorprendido con esos hongos, puesto que eran desconocidos para la ciencia, excepto uno que identificó como Stropharia cubensis, que ya se había descrito de Cuba en 1906 y citado confusamente de África y Sureste de Asia, pero sin que se le descubrieran sus propiedades alucinógenas. El verdadero nombre de este hongo es Psilocybe cubensis (figura 27), que Singer ya había determinado en Harvard en uno de los paquetes de Reko y Schultes. Con los hongos de los Wasson, Heim publicó sus dos primeros artículos sobre los hongos alucinógenos de México (Heim 1956a, b). Más tarde, Heim y Wasson en 1957 visitaron Huautla de Jiménez para recolectar y estudiar estos hongos (figura 4).
Fueron varios viajes de Heim a México y después de ello, publicaron un libro sobre todas sus investigaciones (Heim y Wasson, 1958). Cabe decir que las primeras publicaciones de Heim (1956a, b) y sobre todo una de divulgación de Wasson (1957), causaron gran interés en los círculos médicos, científicos y sociales de Europa y EUA, lo que atrajo la atención. En 1955-1956, cuando iniciaba mis estudios en los hongos en general, me vi privilegiado al recibir en octubre de 1956 una invitación de unos laboratorios químico-farmacéuticos suizos, quienes me solicitaron les consiguiera hongos alucinógenos para sus estudios. Sin embargo, como los hongos aludidos solamente crecían en el verano, les hice ver que se tendrían que esperar hasta junio del siguiente año.
Paralelamente, en 1957 llegó a México el Dr. Singer de parte de otros laboratorios, pero en Estados Unidos de América (EUA), también para estudiar los hongos alucinógenos. Singer solicitó a la Universidad Nacional Autónoma de México que le consiguieran un ayudante de campo y las autoridades de la universidad se dirigieron al Dr. Teófilo Herrera, el único micólogo en dicha institución. Herrera, quien llevaba buena amistad conmigo, me pasó la solicitud de Singer. Pero tuve que declinarla por el compromiso que ya tenía con los laboratorios suizos. Le hice ver que con gusto acompañaría al Dr. Singer como ayudante honorífico. Herrera consiguió a un pasante de biología de la Universidad, Miguel Ángel Palacios, quien fungió como el ayudante de Singer (figuras 5, 10, 14). Fue así como en julio de 1957 partimos Singer, Palacios y quién escribe en un singular viaje hasta Huautla de Jiménez. La travesía fue de México a Tehuacán en autobús y después de esperar muchas horas en Tehuacán, abordamos una pequeña avioneta que nos llevó a San Andrés, una ranchería cercana a Huautla de Jiménez, la cual tenía como único lugar plano la parte alta de un cerro que fungía como pista de aterrizaje o aeropuerto (figura 13). Dicha pista era muy corta y terminaba en una loma, a su vez, estaba rodeada de profundos barrancos. Al ir aterrizando la avioneta, el piloto nos dijo que viéramos una avioneta retorcida que estaba en el fondo de una de las barrancas, que al querer aterrizar, una fuerte corriente de viento la proyectó de cabeza al barranco. De San Andrés caminamos más de una hora en una vereda de herradura hasta llegar a Huautla de Jiménez. Palacios, quien conocía la zona, recomendó que siguiéramos caminando hacia abajo (figura 12), para llegar al Rancho del Cura, situado a otra hora más de camino.
Ahí vivía Don Isauro Nava, quien nos daría hospedaje. Don Isauro nos dio una amable bienvenida y permitió que Singer y su grupo pernoctaran en su casa. Ésta era grande (figuras 8, 10, 39, 43, 48-49), con muros de adobe, techo de palma y suelo de tierra. No había servicio de electricidad ni de agua potable, pero cerca corría un arroyo. Al saber Don Isauro nuestro interés por los hongos, inmediatamente organizó la primera salida y nos mostró el pajarito o nize -Psilocybe mexicana (figura 28) en Llano Algodón (figura 46) y después en un trapiche el derrumbe o dichito -Psilocybe caerulescens (figuras 3032). Días después se recolectó el citado San Isidro -P. cubensis (figura 27) en un potrero, que es el único de todos los psilocibes que crece en estiércol de vaca o de toro. En otra ocasión, Singer y su comitiva, con la ayuda de Don Isauro, recolectamos en un cafetal una especie nueva que llamó Psilocybe candidipes (figura 11). También en Llano Algodón encontramos el Panaeolus sphinctrinus (figura 26) de Schultes, que Don Isauro nos hizo ver era un hongo malo.
Figuras 4-7. Pioneros en los estudios de los hongos de los mazatecos. Década de los 50 s. 4: Heim y Wasson en las montañas de Huautla de Jiménez. 5: (de derecha a izquierda) Wasson, Singer y el ayudante de Singer (Palacios). 6: (izquierda a derecha) Wasson y Singer (ambos en una tienda improvisada por Wasson para secar hongos, en San Andrés, el aeropuerto ). 7: Don Isauro Nava y Singer en el Rancho del Cura (nótese la seguridad del primero al informar a Singer algo sobre unos hongos) (4: de Wasson 1957 publicado en Life; 5-7: del autor en 1957). Figuras 8-11. Singer trabajando en el Rancho del Cura. 8-9: Singer con sus hongos y tomando notas y fotos (obsérvese en 8 al fondo, la mamá de Don Isauro en la puerta de su casa). 10: Haciendo cultivos de los hongos para obtener cepas, le ayuda Palacios. 11: Un hongo sagrado descrito por Singer, Psilocybe candidipes, ahora considerado sinónimo de P. zapotecorum (todas del autor en 1957).
La semana en la que Singer y su grupo estuvimos en el Rancho del Cura fue de intenso trabajo. Todas las mañanas salíamos al campo en busca de los hongos, se regresaba al medio día a la casa y después de la comida se invertía el tiempo en registrar, fotografiar y estudiar los hongos sobre una mesa, que Don Isauro puso en el patio de la casa (figuras 7-9). Singer y yo recolectábamos además de los psilocibes, todos los hongos que se consideraban interesantes. Lo sorprendente fue que Singer, quién por primera vez estaba en México, conocía bien la mayoría de los hongos y con paciencia me explicaba cómo distinguirlos. Singer fue el primero y el único maestro en hongos que tuve. Después de registrar y estudiar los hongos, se depositaban con su etiqueta en una improvisada secadora de hongos, que se preparaba con lo que llevaba Singer. Ésta consistía de unas telas de alambre (como mosquiteros) que se acomodaban sobre botes o ladrillos alrededor de un quinqué de tractolina. La secadora ya armada parecía un pequeño castillo, que se colocaba en un rincón de la casa cubriéndola con periódico. Al otro día en la tarde, se recogían los hongos secos, se envolvía cada especie en un sobre de papel periódico y se guardaban en cajas de cartón (figura 14). Singer se daba tiempo además para obtener cepas de algunos hongos (figura 10), sembrando pequeñas partes de ellos dentro de un tubo de ensayo con un medio de cultivo. Como las condiciones eran poco asépticas, se sembraban muchos tubos para lograr obtener varias cepas.
De regreso a la Ciudad de México, llegamos otra vez al aeropuerto de San Andrés. Ahí conocimos sorpresivamente a Wasson (figuras 5-6), quien arreglaba los hongos que les compraba a los mazatecos, para enviarlos en avión a México y de ahí a Suiza en donde se estudiaban químicamente. El encuentro con Wasson fue muy positivo para mí, porque nació una amistad que repercutió en que Wasson me enviara todo lo que publicaba sobre los hongos. Ya en la Ciudad de México, Singer, acompañado por Herrera y por mí, fuimos a las faldas del Popocatépetl y a las del Nevado de Toluca, para conocer los hongos alucinógenos que Wasson y Heim habían encontrado en esas regiones (Heim y Wasson 1958). Finalmente, Singer dejó México y se dirigió a la Universidad de Michigan, EUA, para estudiar sus hongos alucinógenos junto con su colega el Dr. Alexander Smith, quien tenía una colección de hongos alucinógenos recolectados en EUA y Canadá. Singer además estudió los hongos que traía de América del Sur. En 1958, ambos micólogos publicaron una importante monografía mundial con todas las especies alucinógenas de Psilocybe conocidas en esa fecha (Singer y Smith 1958) y en donde consideraron 20, seis de EUA, una de Canadá, cinco de Centro y Sudamérica y el Caribe, una de Europa (Gran Bretaña), una de África y siete de México. De estas últimas, cuatro son de Huautla de Jiménez. Por su parte, Palacios publicó sus memorias de aquel viaje (Palacios 1958) y yo un resumen de mis investigaciones (Guzmán 1959a), que ampliadas y con nuevos datos presentaría como tesis profesional en mi escuela (Guzmán 1959b). Singer a su vez publicó la historia de estos hongos en México (Singer 1958a, b).
Más tarde, cuando estuve en la Universidad de Harvard en 1971, estudiando los hongos alucinógenos a nivel mundial (Guzmán 1983), revisé los paquetes de Reko y Schultes y determiné el Psilocybe caerulescens que era el único que no había estudiado ningún especialista. Era el famoso derrumbe de los mazatecos (figuras 30-31). Es decir, que en aquella ocasión en la que Reko y Schultes adquirieron de parte de los mazatecos dos paquetes de hongos, obtuvieron las dos especies más importantes, el San Isidro (P. cubensis) y el derrumbe (P. caerulescens), pero no el Panaeolus en el que Schultes (1939) basó su artículo del teonanácatl. Después de que Singer dejó México, continué con mis obligaciones ante los laboratorios suizos que me habían contratado. Ahora tenía más interés de conocer los hongos alucinógenos. Por otra parte, al observar en Huautla de Jiménez la vegetación (figuras 12, 14, 16, 46), relacioné la región con la que conocía desde mi infancia en Xalapa, lo que me motivó a ir allá y corroborar mis sospechas. Las mismas especies de Psilocybe de Huautla de Jiménez estaban en Xalapa. Esto me hizo explorar otras regiones en el país y descubrir localidades nuevas y nombres comunes no registrados (Guzmán 1959b, 1960) y con el correr del tiempo, describir especies nuevas (Guzmán 1978, 1983). Regresé a Huautla de Jiménez ese mismo año de 1957 para comprar grandes cantidades de hongos alucinógenos, que tenía que identificar, secar al sol y transportar a México para los laboratorios con los que trabajaba. La mayoría de los hongos adquiridos eran el derrumbe (Psilocybe caerulescens) y a veces el San Isidro (P. cubensis). Sin embargo, es muy probable que en aquellas muestras entregadas a los laboratorios iban varios ejemplares de otro derrumbe, el Psilocybe zapotecorum, que como se dirá más adelante se confunde con P. caerulescens (obsérvense las figuras 15, 29, 30-32, 50).
Además tuve la oportunidad de aislar cepas, tal como Singer me había enseñado. De esa manera logré obtener cepas de P. caerulescens, P. cubensis y P. mexicana que estudié (Guzmán 1959a) y después se las proporcioné a mi profesor Casas-Campillo de los Laboratorios Syntex. Además de mis viajes a Huautla de Jiménez durante 1957-1958, también exploré la zona zapoteca de San Agustín Loxicha en busca del Psilocybe zapotecorum que Heim había descrito de allá con la ayuda de Wasson y éste con la de Don Aristeo, famoso curandero en la región que tuve el gusto de conocer. Sin embargo, no encontré dicho hongo, pero recolecté Psilocybe hoogshagenii (figura 35), que también Heim había descrito pero de otra localidad de Oaxaca (región Mixe) (Heim y Wasson 1958). A dicho hongo los naturales de San Agustín Loxicha lo confundían con P. zapotecorum y eso hizo que Singer al recibir una muestra del hongo que le envié como afín a P. zapotecorum, cayéramos los dos (Singer 1958b) en una confusión taxonómica. En parte, porque la descripción de Heim sobre P. zapotecorum era inexacta e incompleta. Confusión que aclaré posteriormente (Guzmán 1978, 1983, 2012).
Figuras 12-17. Región de Huautla de Jiménez. 12: La flecha señala el Rancho del Cura desde el camino a Huautla de Jiménez. 13: El aeropuerto de San Andrés cerca de Huautla de Jiménez (nótese lo reducido de la pista y los barrancos en tres de sus lados; enfrente (con una flecha), el camino de acceso. 14: Miguel Palacios con el equipo y los hongos de Singer en 1957 en el camino del Rancho del Cura a Huautla. 15: Fructificaciones de Psilocybe zapotecorum adquiridas en el Rancho del Cura en 2013. 16: Guzmán en una mula de regreso del Rancho del Cura a Huautla de Jiménez en 2013. 17: Psilocybe zapotecorum encontrado en un derrumbe al pie del camino al Rancho del Cura en 2013 (12, 15-17: de Fanti; 13-14: del autor en 1957).
Los viajes que hice a Huautla de Jiménez después del primero con Singer fueron más típicos que aquél. De Tehuacán tomaba un camión de segunda, que inclusive llevaba gallinas y costales, llegaba a Teotitlán del Camino, Oaxaca, considerado la puerta de Huautla de Jiménez, por qué no había acceso por carretera. El camino desde Teotitlán del Camino era una brecha para mulas que subía toda la sierra, desde el Valle de Puebla hasta llegar al parteaguas y bajar hacia la vertiente del Golfo de México y alcanzar Huautla de Jiménez. En Teotitlán del Camino pernoctaba y al otro día salía a las 5 de la mañana a lomo de mula. Llegaba a Huautla de Jiménez alrededor de las 5 de la tarde y continuaba a pie hacia el Rancho del Cura, que estaba más abajo (figura 12). Por cierto, este camino de Teotitlán a Huautla lo habían recorrido previamente Weitlaner, Reko, Johnson y su esposa Irmgard Weitlaner, Schultes, Pike y los Wasson. Después fue muy recorrido por los hippies que invadieron Huautla de Jiménez, como comentaré más adelante.
En aquella época de finales de los 50 s, la fama de María Sabina apenas se iniciaba. Wasson la había conocido y convencido de que le permitiera grabar y filmar las ceremonias (se ignora cuánto tuvo que erogar Wasson en María Sabina, quien como no hablaba español, todo se arreglaba con los sobrinos quienes, aunque suene mal, eran ladinos) (María Sabina murió en la pobreza absoluta). Nunca conocí a María Sabina, pero un día le pregunté a Don Isauro quien era ella, y me contestó que los mazatecos estaban enojados con ella, porque le estaba vendiendo a un extranjero (a Wasson) los secretos de los hongos sagrados, que no eran de ella, eran de los mazatecos, y que además ese conocimiento no se vendía por lo sagrado que era, sino que se obsequiaba.
Benítez (1964) y Estrada (1977) escribieron reseñas de María Sabina. En 1996 la revista Espacios, del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Puebla, publicó un número especial (Año XIV, Num. 20, marzo 1996) con varias traducciones al español de los principales trabajos de Wasson y de otros especialistas en relación con los hongos alucinógenos. Destacan entre ellos el de Johnson de 1939 (mal citado como Basset), sobre elementos de la brujería mazateca (sic). Este antropólogo, en compañía de su esposa Irmgard (la hija de Weitlaner) y el mismo Weitlaner fueron los primeros extranjeros que asistieron a una ceremonia nocturna con hongos sagrados en Huautla de Jiménez, presidida por un curandero. No obstante ninguno de ellos ingirió los hongos. Dicha ceremonia fue unos días antes de la llegada de Reko y Schultes (Davis 2004). Observamos que fueron extranjeros los primeros en estudiar los hongos de los mazatecos, como Weitlaner, Reko, Johnson y su esposa, Pike y Schultes, allá en la década de los 30 s del siglo pasado, y luego en los 50 s los Wasson, Heim, Singer y Smith. Por cierto, Reko, quien fue el primero en saber de estos hongos y que estaba muy cerca de descubrirlos, falleció en 1956 a la edad de 76 años. Los trabajos emprendidos por Guzmán en 1957 sobre estos hongos y continuados hasta el presente (Guzmán 2012), constituyeron los primeros que realizó un mexicano, aunque Herrera y su equipo también hicieron algunos estudios (por ejemplo Zenteno y Herrera 1958, Herrera 1967).
LOS HONGOS ALUCINÓGENOS, SUS PROPIEDADES Y LAS CEREMONIAS NOCTURNAS ASOCIADAS A SU CONSUMO
Los hongos alucinógenos, sagrados para los mazatecos, reciben uno o varios nombres en mazateco y en español, como son dinize o pajarito, dichito (escrito también dishito) o derrumbe y di-shito-to-leraja o San Isidro (Guzmán 1997). Comúnmente se les llama alucinógenos, alucinantes, sagrados, santos, divinos, adivinadores, psicotrópicos, entre otros. Guzmán (1959b) propuso que el nombre más correcto debería de ser el de neurotrópicos, por su acción en el sistema nervioso central. Pero Wasson y su grupo de colaboradores, como Ruck (Wasson 1980), sugirieron que el nombre más apropiado debería de ser el de enteogénico, que significa: crear a Dios dentro de uno. Sin embargo, como lo he dicho en varios foros, este nombre es inapropiado puesto que la ciencia debe de estar apartada de cualquier religión. Desafortunadamente dicha denominación prevalece por estar de moda. Como se ha especificado los hongos alucinógenos de Huautla de Jiménez se adscriben al género Psilocybe, aunque Heim y Wasson (1958) llamaron Stropharia cubensis al Psilocybe cubensis y describieron además a Conocybe siligineoides. Este último según Singer (1958a) es probable que lo confundieran con Psilocybe yungensis, especie que Singer y Smith (1958) describieron de Bolivia y que Heim y Wasson (1958) encontraron en el Cerro Santo, cerca del Río Santiago, de la región de Huautla de Jiménez. Psilocybe yungensis (figura 33) crece sobre troncos podridos dentro del bosque y le llaman los mazatecos pajarito de monte por su parecido con Psilocybe mexicana. El Conocybe siligenoides de Heim y Wasson (1958) no ha sido encontrado desde aquel tiempo. Son 12 las especies de hongos sagrados del género Psilocybe conocidas de la región, citadas por Heim, Singer, Smith y Guzmán. De ellas, cinco son sinónimas, por lo que solamente siete están relacionadas con los mazatecos, de las aproximadamente 30 que hay en el país y unas 50 en el mundo (Guzmán 1983).
De los hongos mazatecos, P. caerulescens (figuras 30-32) es uno de los derrumbes, pero fue descrito desde 1923 de Mississippi, EUA, sin que se le conocieran propiedades alucinógenas. Hasta 1956, Heim (1956a, b) lo citó de México, pero con el nombre de Psilocybe mazatecorum. Por otra parte, Psilocybe isaurii (figura 33) descrito por Singer (1958b) en honor de Don Isauro Nava basándose en una colecta mía, es sinónimo de Psilocybe yungensis. Además, P. acutissima de Heim es otro sinónimo de Psilocybe yungensis. Referente a Psilocybe caerulipes var. gastonii descrito por Singer (1958b), es sinónimo de Psilocybe hoogshagenii (figura 35). Psilocybe heimii (figura 34) descrito por Guzmán (1983) cerca del Rancho del Cura y en honor de Heim, recibe el nombre de derrumbito. Otro derrumbito, es P. zapotecorum en su forma juvenil (figura 17). Véase con todo esto, la complejidad que hay en la identificación de los hongos sagrados. La acción alucinógena de los hongos se debe al alcaloide psilocibina, que actúa a través de la sangre sobre el sistema nervioso central, es decir en el cerebro. Dicho sistema nervioso está regido por la serotonina, una hormona muy semejante a la psilocibina. Los bioquímicos han descubierto que cuando dos substancias de composición química semejante están presentes, una toma el papel de la otra. Es el caso de los hongos alucinógenos, en donde la psilocibina al entrar a la corriente sanguínea desempeña el papel de la serotonina y al llegar al cerebro produce las alucinaciones e ilusiones, ambas en color (una alucinación es ver objetos que no existen y las ilusiones son aquellos casos en donde se ve una cosa real transformada en otra irreal). Estas aparecen porque la psilocibina no hace bien el papel de la serotonina.
Figuras 18-21. Huautla de Jiménez en 1958. 18: Vista panorámica (nótese la neblina). 19: La iglesia principal, 20-21: El mercado (todas del autor). Figuras 22-25. Imágenes tomadas en Huautla de Jiménez en 2012 y 2013. 22: El autor y su esposa iniciando el viaje de Huautla de Jiménez al Rancho del Cura en 2013. 23: Mujer con su vestido típico, 24: Un huehuentón bailando el Día de los Difuntos. 25: Taxi del sitio María Sabina con su greca de hongos (22: de Fanti en 2013; 23: del autor en 1958; 24-25: de Ogata en 2012). 8 EE 10(2)
Sin embargo, por nuestro metabolismo, la psilocibina poco a poco se va eliminando hasta desaparecer, mientras la serotonina se recupera y por ello, la persona vuelve a su condición normal. Precisamente debido a que la acción de la psilocibina es pasajera, se ha tratado de aplicar en medicina para estudiar los problemas mentales y la manera de aliviarlos. Las investigaciones psicoterapéuticas aún se siguen desarrollando en algunas clínicas del extranjero, pero con enormes restricciones debido a que tanto los hongos alucinógenos como la psilocibina son considerados drogas (sin serlo), por lo que está prohibido su posesión y su consumo. En México, Nieto (1959) tuvo que suspender sus investigaciones sobre los efectos psíquicos de Stropharia cubensis en el hombre, por considerarse ilegales. Los hongos los había adquirido a través de los cultivos de Zenteno y Herrera (1958), de una cepa de Singer. Los Laboratorios Syntex en los 60's llegaron a obtener hormonas esteroideas de diversas cepas de hongos que Guzmán les facilitó (Casas-Campillo 1965), pero por problemas legales tuvieron que abandonar el proyecto.
Es un hecho que los hongos alucinógenos o la psilocibina no hacen daño al organismo, siempre y cuando se tomen dosis normales recomendadas por los indígenas o curanderos. Ingerir más de 12 ejemplares en fresco o 24 en seco es peligroso, porque alteran demasiado el sistema nervioso y la recuperación de la serotonina puede bloquearse, con consecuencias graves para la persona, que inclusive puede morir por complicaciones cardiacas. Bien hacen ver los indígenas sobre los cuidados que debe haber cuando se ingieren estos hongos. Dicha ingestión debe de ser de noche, para evitar ruidos o circunstancias que puedan alterar a la persona que estará concentrada en sus alucinaciones e ilusiones. Ingerir tales hongos en un lugar ruidoso con mucha gente, puede provocar una crisis nerviosa, con consecuencias graves. Tomar medicinas, drogas o alcohol al mismo tiempo que los hongos es peligroso.
Una persona que ha comido los hongos, según hacen ver los indígenas, debe reposar por una semana debido a que queda muy sensible, en parte porque presenta una vibración de los tímpanos, como lo relataré más adelante. Es recomendable que alguien con experiencia guíe el consumo, ya que al provocar estados alterados de la conciencia, la persona que los consume puede hacer cosas que la pongan a ella u otras en peligro. De acuerdo a las costumbres de los mazatecos las ceremonias con hongos siempre deben de estar precedidas por un curandero o persona de edad y con experiencia. Dos ejemplos de lo aparentemente inofensivo que son los hongos alucinógenos cuando su uso es adecuado, son María Sabina que toda su vida comió tales hongos y murió anciana a los 92 años de edad, y por otra parte mi caso, cuando ingerí estos hongos en 1958 y no he vuelto a sentir necesidad de comerlos otra vez, aunque recuerdo muy bien todo lo que vi, sentí y viví. Véase a continuación, en las tradiciones, relatos sobre las ceremonias nocturnas con hongos.
Figuras 26-35. Los hongos sagrados. 26: El falso hongo sagrado (Panaeolus sphinctrinus) citado por Schultes de Huautla de Jiménez en 1938 como teonanácatl. 27: El San Isidro, Psilocybe cubensis. 28: El pajarito, P. mexicana. 29: La comadre del autor (María Martínez Vda. de Nava) y Laura Guzmán-Dávalos con la mesa llena de derrumbes (P. zapotecorum mezclado con P. caerulescens). 30-31: Uno de los derrumbes de los mazatecos (Psilocybe caerulescens o P. mazatecorum según Heim). 32: Otro derrumbe, el Psilocybe zapotecorum, que parece ahora la especie más común en Huautla de Jiménez. 33: El pajarito de monte, Psilocybe isaurii ahora conocido como P. yungensis. 34: Psilocybe heimii, uno de los derrumbes, el cual es muy escaso. 35: Psilocybe hoogshagenii, un derrumbe confundido por Singer con P. zapotecorum; crece también en derrumbes o en el lodo (26-28, 30-31 y 33-34 del autor en 1957-1958; 29 y 32 de Fanti en 2013; 35 de Jacobs en los 70 s).
LA POBLACIÓN DE HUAUTLA DE JIMÉNEZ, LAS TRADICIONES Y SUS HONGOS AYER Y HOY
El Huautla de Jiménez que conocí durante 1957 y 1958, era una pequeña congregación tranquila, perdida en la sierra mazateca (figuras 18-21, 23), con sus tradiciones vigentes. La población poco contacto tenía con la civilización moderna, sobre todo con la extranjera. El comer los hongos alucinógenos era algo muy especial; lo hacían solamente cuando había una causa o un gran problema familiar o de salud. Según decían, los hongos sirven para curar la envidia, el mal de ojo, problemas morales y de salud, adivinar el futuro e incluso hablar con los difuntos o con Dios. Cuando se recolectaban, se debía tener cuidado de no ser visto por otras personas ajenas al ritual, porque si no, los hongos perdían su fuerza. Pero esto se acabó al llegar los extranjeros a conocerlos, comprarlos e ingerirlos, como sucedió desde la época de su descubrimiento. Wasson a través de sus publicaciones (Wasson 1957) y conferencias, fomentó indirectamente el mal uso que vino después, lo que él lamentó años más tarde (Wasson 1980). Con ello empezaron a llegar a Huautla de Jiménez jóvenes extranjeros, principalmente de EUA. Se inició una degeneración de las tradiciones. Además se construyeron dos carreteras para vehículos, una desde Teotitlán del Camino y la otra de Tuxtepec. Con ello, Huautla de Jiménez quedó abierto al mundo. El mercado de la población tan típico que conocí en 1957 (figuras 20-21), fue sustituido en 1974 por un gran edificio de dos pisos, con techo de lámina, en donde se instalan cientos de vendedores, entre ellos, aquellos que venden y anuncian su música (discos compactos piratas), a gran volumen para atraer a los clientes; a su vez pasan carros con altoparlantes que promueven diversos productos. El resultado es un gran ruido todos los días. Además, la plaza principal de la población está ahora invadida por vendedores, quienes a través de sus carpas cubiertas con lonas y plásticos amarradas de los árboles o de los monumentos, abarrotan todos los espacios.
La familia de Don Isauro Nava (figuras 36-39) vivía en un principio en el Rancho del Cura, apartada de aquella población. Tuve la buena suerte que en una ocasión, Don Isauro me preguntara cuándo sería mi próxima visita, ya que estaban él y su esposa, Doña María Martínez, muy interesados en que fungiera como el padrino de bautizo de su primogénita, Silvia Nava Martínez. Y así fue como en julio de 1958, aprovechando una estancia de mi trabajo, se llevó a cabo la ceremonia del bautizo en la iglesia de la población (figuras 19, 36). Después del bautizo fui invitado por Don Isauro a un brindis (figuras 38) y de ahí toda la familia caminó hasta el Rancho del Cura, en donde ya estaba preparada una gran comida. En otro viaje a dicho rancho, después de recolectar y estudiar los hongos, se me ocurrió que podría experimentar con ellos. Dudaba que fueran alucinógenos y por ello decidí ingerirlos. Pero primero le pedí autorización a Don Isauro para comer tales hongos, ya que en aquel tiempo, no cualquier persona y sobre todo extranjero (así les llamaban a las personas que no fueran de la población), podía comerlos libremente. Don Isauro me dijo que tenía que consultar con su mamá, quien era la única autorizada para ello. La señora, Doña Aniceta García (figuras 8, 36 y 39) comunicó que estaba de acuerdo, siempre y cuando dos de sus hijos también los consumieran para acompañarme. La ceremonia se efectuó al anochecer de ese día y se instaló un altar católico afuera de la casa, en el que sobre una mesita con papel de china, se pusieron imágenes católicas, un Cristo, cirios y veladoras. La dosis de los hongos para cada una de las personas que los íbamos a ingerir se colocó en jícaras y se quemó incienso. Doña Aniceta, hincada empezó a rezar, a veces cantando, en mazateco y español, en una mezcla confusa; toda la familia también rezaba. Los hermanos que comerían los hongos y yo, observábamos en silencio, sentados cerca del altar. Después la señora, sin parar de rezar, pasó las jícaras con hongos ante incienso y nos las dio a cada uno de los que íbamos a comerlos.
El hongo elegido fue el San Isidro, que yo había recolectado esa mañana, y la señora comió el dinize (Psilocybe mexicana), sólo unos pocos ejemplares secos por su avanzada edad. Los demás tomamos doce hongos, seis pares que como dicen ellos, son él y ella (así los separan cuando los cuentan). Para esto ninguno habíamos tomado alimentos desde el desayuno, siguiendo las costumbres, ya que según dicen, el estómago debe de estar vacío. El sabor de los hongos no es muy agradable, saben y huelen semejante a tortillas acedas y hay que comerlos despacio, con un poco de agua para que no provoquen vómito. Después de la ceremonia, Don Isauro me invitó a que nos sentáramos alrededor de la mesa en la casa. Sus hermanos se sentaron también cerca de ella; pasados varios minutos observé que solamente Don Isauro, sus hermanos y yo éramos los únicos despiertos, puesto que toda la familia se había acostado en sus petates. Decidí despedirme de Don Isauro y me acosté en mi petate, el cual estaba muy cerca de la mesa y se apagó el único quinqué prendido en la casa que era el de la mesa. Recostado en mi petate me sentía bien y observaba la única luz en la habitación, la cual provenía de mi secadora de hongos en el rincón opuesto al de mi petate, secadora que armaba siguiendo el modelo de Singer. De repente la poca iluminada secadora cubierta de periódicos, emitió una fuerte luz brillante y blanca que iluminó toda la habitación e inmediatamente se convirtió en un gran castillo caricaturesco, con dos caras humanas, una se reía y otra lloraba.
El castillo me hablaba y decía: ven, ven a mí, no tengas miedo. A su vez un rayo de luz que salía de la secadora hacia el petate, se convirtió en un gran tentáculo con una mano, cuyos dedos me indicaban ir hacia el castillo. Busqué mis lentes y me los puse para distinguir la secadora pero el castillo se carcajeó; sentí pánico y preferí darle la espalda al castillo. Cerré los ojos y empecé a ver miles de burbujas de llamativos colores, las cuales también veía con los ojos abiertos flotando en el aire. Me sentí de repente muy bien y confortable, en una cómoda cama sin pulgas y tenía muchas ganas de reírme. Ante la insistencia del castillo de que fuera hacia él, lo tuve que regañar y le hice ver que no iría. Las burbujas entonces empezaron a girar alrededor del petate y poco a poco se convirtieron en negros gigantes que danzaban y cantaban.
Figuras 36-39. Familia Nava García. 36: La familia en 1958 [1: Don Isauro, 2: Aniceta García (madre de Don Isauro), 3: Adrián Nava García (hermano mayor de Don Isauro), 4: Santiago Nava García (hermano menor de Don Isauro), 5: El autor]. 37: Después del bautizo de Silvia Nava Martínez en 1958 (aparecen el autor, Doña María Martínez cargando a Silvia y Don Isauro). 38: El brindis después del bautizo (de izquierda a derecha un sobrino de Don Isauro, Don Isauro, el autor y el tendero). 39: Casa del Rancho del Cura, con Doña Aniceta y Palacios, en 1957 (36, 38: anónimas; 37: foto automática; 39: del autor).
Después pensé que los danzantes que veía en mis alucinaciones no existían, observé que los hermanos de Don Isauro no veían aquello. Entonces me esforcé en volver a la realidad y al tratar de ver que eran esos gigantes, noté que iban perdiendo estatura y disminuyendo la intensidad de sus cánticos, hasta que esa alucinación desapareció y descubrí que simplemente se trataba de un perro siguiendo a un gato alrededor de mi petate. Pasó el tiempo y otras alucinaciones e ilusiones se me presentaron, como una cueva debajo de mi petate con mucha luz y un exagerado zumbido de grillos. En fin, vi y viví muchas cosas, pero al mismo tiempo sabía quién era yo y en donde estaba. Recordé que Wasson en una de sus publicaciones narró que los siberianos comían un hongo alucinógeno o se bebían los orines de la persona que los habían ingerido, porque la substancia alucinógena se desechaba de esa manera. Con ello pensé que si orinaba se me terminarían las alucinaciones. Pero como ya había notado antes, no me podía erguir porque mis piernas no reaccionaban; decidí ir hacia la puerta de la casa en cuatro patas. Entonces escuché que alguien gritaba “el ingeniero se escapa” (me decían ingeniero). Apareció Don Isauro sorprendido y me preguntó qué pasaba y le dije que iba afuera a hacer una necesidad. Y a pesar de la oposición de Don Isauro y de que estaba lloviendo, salí, me mojé, me enlodé, oriné y al regresar, lo primero que vi fue el castillo sonriente y burlesco. Me sentí defraudado.
Después de algún tiempo y tener otras alucinaciones quedé profundamente dormido, más o menos dos horas. Al ser despertado por las señoras que se levantaban a las 5 de la mañana para poner el café y hacer tortillas, noté que ya no estaba el castillo. Sentí alivio y me levanté cansado por la desvelada, empaqué mis cosas y desayuné. Al despedirme de la familia, Don Isauro me comunicó que no podía partir, porqué su mamá decía que tenía que guardar reposo por lo menos cinco días. Me disculpé por que no podía quedarme por mis muchos compromisos y noté la angustia en toda la familia, inclusive que las mujeres lloraban. Sin embargo, partí con mis bestias y la carga de mis hongos, para llegar a Teotitlán del Camino y pernoctar. Ahí me percaté que todo el día había tenido un zumbido en los oídos, como aquél que escuché en la cueva de mis alucinaciones. Dicho zumbido se intensificaba cuando recargaba la oreja sobre la almohada lo que me hacía recordar la noche de las alucinaciones. El zumbido me duró cinco días, los mismos que sabiamente me habían indicado de guardar reposo en casa, según lo marcaban las costumbres mazatecas.
Y a propósito de la pérdida de las tradiciones en Huautla de Jiménez, observadas en mis visitas de 2012 y 2013, conocí en el Rancho del Cura a una vendedora de hongos santos. Tenía ella los hongos revueltos en un gran envoltorio de periódico, quizá con más de 100 ejemplares secos, pero todos negros por haber sido mal secados y lo peor, estaban cubiertos de mohos. Seleccioné algunos con dificultad, cinco posibles especies y le hice ver a la señora que el comer hongos con mohos hacía mucho daño, que los tirara antes de que causaran una tragedia. La señora no me entendió e insistió en el precio, el cual era muy elevado y más para los cinco grupitos que escogí. Aquel conocimiento tan profundo que tenían los mazatecos sobre sus hongos, como el ejemplo de Don Isauro (véase la figura 7), se está perdiendo o se perdió. De los cinco grupos de hongos que seleccioné en el paquete de la señora aludida, después del estudio microscópico, se encontró que pertenecen a cuatro especies de Psilocybe, a saber: P. caerulescens, P. cubensis, P. hoogshagenii y P. mexicana, de los que el más abundante resultó el primero. Interesante es observar que P. zapotecorum no estaba representado en los hongos de la señora, lo que contrasta con los hongos frescos que obtuvimos a través de los mazatecos en el viaje de 2013 (figuras 15, 29, 32, 50).
Actualmente las ceremonias nocturnas con hongos se han mercantilizado y desvirtuado. Hace poco tiempo se publicó en un periódico de la Ciudad de México un artículo sobre estas ceremonias de los mazatecos, con una fotografía a colores que muestra la triste realidad: una ceremonia en Huautla de Jiménez con una humilde señora, una muchacha y un chamaco, observando un incienso quemándose sobre una tabla colocada sobre una mesa mal cubierta con un mantel arrugado. Aparentemente las personas estaban rezando de pie, con las manos cruzadas en el vientre, excepto el chamaco que tenía las manos sobre la mesa, porqué estaba recargado. En dicha mesa se observa una vela grande (no cirio) en una llamativa botella de Fanta como candelero y también una hoja de plátano con muchos hongos todos revueltos, además de una cajetilla de cerillos, un papel arrugado y un trapo para limpiar. Al fondo sobre la mesa pegada a la pared, una pequeña imagen de la Virgen de Guadalupe, mal recargada sobre unos enceres de cocina. Sobre la pared un sartén y una escoba. Cuánta diferencia de esta escena que no muestra ningún respeto por las tradiciones, con la que viví en el Rancho del Cura en 1958! La fama de María Sabina en Huautla de Jiménez es tanta que el principal sitio de taxis lleva su nombre y cada carro tiene una greca con hongos, los cuales según los dibujos a colores, son especies comestibles (figura 25).
Figuras 40-43. Bienvenida en octubre de 2012 y 2013. 40-41: Bienvenida al autor, cuando le dieron un ramo de flores y un cirio (ambos en su mano izquierda en 40) y le pasaron incienso a su alrededor. 40: en el centro Silvia detrás con el incienso y Niquita (de espaldas); 41: el autor, Silvia y Doña María en la casa. 42: Doña María en la casa del Rancho del Cura. 43: Guzmán, Isabel, un sobrino de Don Isauro, Doña María, Niquita y Laura frente al cuarto en donde yo pernoctaba en 1957 y 1958 en el Rancho del Cura (40-41: de Ogata; 42-43: de Fanti).
Figuras 44-47. Visita en octubre de 2012. 44: Camino al Panteón en Huautla de Jiménez en 2012. Silvia del brazo del autor, Doña María con su hijo Niquita y su nieto. 45: El autor en la tumba de Don Isauro. 46: Recolectando hongos en Llano Algodón, cerca del Rancho del Cura. 47: Frente a la casa del Rancho del Cura, el autor con sus hongos, en compañía de Nisao Ogata (fotos de Suardíaz).
Por otra parte, hay rumores de que el municipio está planeando cambiar el nombre de la población por el de Huautla de María Sabina, lo que sería un atentado contra la historia y falta de respeto al General Mariano Jiménez, quien en 1864 fue el primer gobernador de Oaxaca quien visitó la población. Parece que la única curandera que hay ahora en Huautla de Jiménez es la Sra. Julia Julieta Casimiro de Pineda, quien se anuncia en internet y se considera mujer sabia ; es una católica muy devota que cura aparentemente con hongos sagrados. Pertenece a un Consejo Internacional de Indígenas de Nueva York y ha visitado varios países como India. La apoya su hija Natalia Pineda y ellas construyeron una capilla llamada Virgen de los Remedios, en donde ofrecen sus servicios y los ritos del teonanácatl, todo por una cuota previa.
Esto parece ser una mala evolución mercantilista y pragmática de los ritos descubiertos por Johnson y por Wasson, en donde no se cobraba cuota alguna ni se le daba tanta importancia al catolicismo. En la abundante bibliografía sobre los hongos alucinógenos en el internet y referente a Huautla de Jiménez y sus hongos, hay muchas inexactitudes y errores. Se dice por ejemplo, que las ceremonias son ritos del teonanácatl, porqué los hongos de Oaxaca se llaman teonanácatl y que los descubrió el Sr. Gordo Mason. Afortunadamente, todavía queda algo de aquel Huautla de Jiménez, como su música, entre ella, la canción Flor de naranjo que es muy popular y las danzas de los huehuentones los días de los Santos Difuntos (figura 24). Los vestidos típicos de los mazatecos tan frecuentes antes (figura 23), ahora son una rareza y solo los utilizan muy pocas mujeres mayores.
CÓMO LLEGUÉ NUEVAMENTE EN 2012 Y 2013 A HUAUTLA DE JIMÉNEZ
Mi regreso a Huautla de Jiménez en 2012, después de 54 años, fue casual, debido a la inquietud de mi ahijada Silvia Nava que buscaba a su padrino. Fue gracias al Prof. Israel García Nava, hijo de ella, quién a través del internet localizó el teléfono de la institución en donde laboro. Dicha información se la dio a su mamá y ella a su hermano mayor, el Prof. Niquita Nava (figuras 40, 43, 49), quién me contactó vía telefónica en julio del 2012. Quedamos que haría todo lo posible por ir a verlos. Me disculpé enormemente con Niquita, por no haber ido a Huautla de Jiménez durante tantos años. Que me daba pena haber dejado de ver a su padre Don Isauro, a su mamá y a Silvia, por lo que haría todo lo posible de volver pronto. Le platiqué brevemente que después de mi última estancia en el Rancho del Cura en 1958 continué con mi trabajo, recolectando y consiguiendo los hongos en varias partes del país y a su vez retorné a las clases que impartía en mi escuela y escribí mi tesis profesional sobre tales hongos, me casé y después fui becado para ir a EUA y más tarde con otra beca viajé por todo el mundo para estudiar los hongos alucinógenos. Perdí a uno de mis hijos, apenas con 15 años, en un accidente automovilístico y en 1982 cambié mi residencia a Xalapa, en donde me casé nuevamente. Que me disculpara aunque sabía que no tenía ninguna excusa por ello. Afortunadamente el Dr. Nisao Ogata, uno de mis discípulos (figura 47), me visitó en mi laboratorio en octubre de 2012 y me hizo ver que estaba desarrollando un proyecto sobre los mazatecos y que iría a Huautla de Jiménez con su compañera, la Profesora Andrea Suardíaz. Le recomendé que al llegar a Huautla preguntara por el Prof. Niquita, quien le daría información y apoyo. Cuando regresó Nisao a Xalapa después de aquel viaje, me dijo que era urgente que fuera a Huautla de Jiménez, porque toda la familia Nava me estaba esperando.
Con ello, tuve que dejar todos mis compromisos, y con mis 80 años encima salí con Nisao y Andrea a Huautla de Jiménez a fines de ese mes. Para ello Nisao le comunicó a Niquita el día que llegaría conmigo, pero que no le dijera a la familia, que los reuniera a todos en la casa de su mamá y que les comunicara que tenía un mensaje muy importante del Dr. Guzmán. Con ello mi llegada fue sorpresiva. Era vísperas del Día de los Santos Difuntos y al verme frente a la casa, María Martínez, la viuda de Don Isauro y su hija Silvia, lloraron y pidieron inmediatamente que les llevaran del altar que tenían montado en la casa, unas flores y un cirio que me entregaron, mientras otra persona pasaba incienso a mi alrededor (figuras 40-41). El resto de la familia observaba, lo mismo que la gente en la calle que se congregó. Después de ello entramos a la casa y ahí vi el altar que habían instalado con motivo del Día de los Difuntos y en donde estaba una fotografía de Don Isauro conmigo el día del bautizo en 1958. Más tarde pregunté por el Rancho del Cura y me comunicaron que todavía lo tenían, pero que ninguno de ellos vivía ahí. Se arregló el viaje para visitarlo, pero antes, al día siguiente, fuimos al panteón (figuras 44-45). El Día de los Santos Difuntos toda la familia junto con Nisao, Andrea y yo, fuimos al panteón (figura 44) a visitar la tumba de Don Isauro (figura 45). El viaje al rancho fue al otro día en compañía de la comadre, la ahijada, Andrea y Nisao. El camino estaba como el de 1957-1958, de 13 EE 10(2)
herradura, sinuoso, lodoso y muy empinado, con la diferencia de que ahora había muchas casas aisladas y ranchitos. La casa del Rancho del Cura, en donde había pernoctado varias veces estaba casi igual, con la diferencia de que el techo es ahora de lámina y el piso de cemento (figuras 42-43, 48-49) y la habían ampliado un poco a lo largo. Fue emocionante para mí ver mi rincón en donde ponía mi petate y el de la secadora de hongos que se convirtió en castillo.
Después de descansar un rato afuera en el patio, pedí que me llevaran a Llano Algodón (figura 46), a donde Don Isauro en 1957 me había enseñado los pajaritos, que no encontramos ahora porque ya había pasado la temporada, pero lo que sí vimos fue el Panaeolus (figura 26) de Schultes. Para regresar a Huautla de Jiménez, solicité que me facilitaran un caballo, ya que no podía hacer el regreso a pie debido a mi edad. Me consiguieron una mula y me monté en el animal con mucho trabajo debido a que la silla era pequeña y no había riendas ni estribos, sino que estos eran únicamente reatas, que mal hacían su papel. Sin embargo, regresé montado, aunque fue difícil por lo empinado del camino y las grandes rocas que había además de que la mula no obedecía al jinete. En otro tema, sobre la vida de Don Isauro, me enteré que dejó una buena huella. En 1966-68 fue el Presidente Municipal de Huautla de Jiménez y que en esa época se construyó una escuela, otro aeródromo y se pavimentaron varias calles. Que su familia está llena de profesores, por la educación que él mismo les inculcó, lo cual me hace sentirme muy orgulloso de haber tenido el privilegio de conocerlo y de poder convivir con su familia.
COROLARIO
A través de las líneas de este artículo se ha visto cuáles son los famosos hongos alucinógenos de México, descubiertos en Huautla de Jiménez y quién fue María Sabina, dos aspectos que hicieron que dicha población se proyectara al mundo. Una fama que irónicamente causó la desaparición paulatina de las costumbres de los mazatecos, debido a la exagerada difusión que se fomentó sobre estos hongos y de María Sabina. Esto hizo que Huautla de Jiménez fuera invadida por innumerables visitantes, principalmente extranjeros. Todos querían conocer a María Sabina, la sabia de los hongos y probar sus hongos maravillosos, por lo que las ceremonias fueron organizadas como un negocio. Además se abrieron dos carreteras de acceso a la población, lo que hizo que llegara la civilización comercializada. El Huautla que vi ahora en mis últimos dos viajes, después de 54 años, es totalmente diferente a aquel místico de los 50 s. Las costumbres ancestrales que los mazatecos habían mantenido con tanto recelo, se están esfumando. La deforestación exagerada que afecta gravemente las fuentes de agua, altera también el desarrollo de los hongos. Por otra parte, es triste ver que dicha deforestación se debe a la obtención de leña que usa la población para su vida rutinaria, porque el precio del gas es muy elevado. María Sabina fue privilegiada por Wasson, pero no era la única curandera en la población ni en México (entre los zapotecos era famoso Don Aristeo Matías). Referente al nombre de teonanácatl de Sahagún, Reko, Schultes, Wasson y otros otros lo usaron mal para designar a los hongos de los mazatecos. En varios foros he hecho ver (Guzmán 1960, 1983, 2012) que dicho vocablo no se usa o nunca se ha usado en México y que el nombre correcto del mismo es teotlacuilnanácatl (denominación náhuatl que significa hongo sagrado que pinta o describe), pero que no tiene relación alguna con los mazatecos. El viaje que realicé a Huautla de Jiménez y al Rancho del Cura en julio de 2013, con mi esposa Isabel, mi hija Laura y mi yerno Eduardo fue muy significativo, porque constaté mucho de lo que había visto en el 2012 y el cambio de las costumbres ancestrales, la afectación al medio ambiente, la sobrepoblación de comerciantes fuereños, la falta de interés por la tradición de los hongos sagrados y la escasez de estos. De cómo ahora la mayoría de la población ignora los hongos sagrados o los conocen poco y no tienen el respeto que antes había con ellos. Ahora los revuelven unos con otros como se narró a propósito de la señora que me vendió hongos mezclados y mal secados, y el caso de los hongos que nos ofrecieron en el viaje del 2013, hecho que se inició con Wasson en 1953-1956. Es interesante notar Villa-Rojas (1955) quién estudió las costumbres de los mazatecos, observó desde aquél entonces la deforestación que se estaba haciendo y la pérdida de las tradiciones. Es curioso que Villa-Rojas no mencione los hongos alucinógenos, más que a través de las observaciones de Johnson (1939) y Reko (1945), a pesar de que en ese tiempo estaban los Wasson haciendo sus primeras investigaciones en estos hongos. Sin embargo, algo positivo que corroboré, fue que la amistad de los mazatecos a través de la familia Nava, que conocí en 1957-1958 (figuras 36-39), no tan sólo se mantiene, sino que se ha incrementado (figuras 4045, 49). 14 EE 10(2)
Figuras 48-50. Personas y hongos en el Rancho del Cura en 2013. 48: Laura Guzmán-Dávalos registrando y estudiando los hongos recolectados. 49: Un descanso frente a la casa del Rancho del Cura, antes de partir hacia Huautla de Jiménez (de izquierda a derecha Isabel Laserre, Guzmán, Niquita, Laura Guzmán-Dávalos y Doña María Martínez Vda. de Nava). 50: Un popurrí de hongos sagrados llamados derrumbes ; domina Psilocybe zapotecorum, pero también están P. caerulescens, adulterados con Lacrymaria y Psathyrella (fotos de Fanti en 2013).
AGRADECIMIENTOS
Hago patente un gran agradecimiento a toda la familia Nava por su hospitalidad y colaboración, muy particularmente a María Felisa Martínez Ríos Vda. de Nava, Silvia Nava Martínez, Niquita Nava, Israel García Nava, Ranulfo Nava Martínez, Cleotilde Ortega, Katia Quirinda García Nava y Juan Casimiro Nava, este último quien me motivó para escribir el presente artículo. Los hongos frescos proporcionados por Ranulfo Nava y también por Niquita Nava, fueron de un gran valor para mis investigaciones. Las fotografías de Nisao Ogata, Andrea Suardíaz y Eduardo Fanti enriquecen significativamente el presente artículo. Se agradece también al editor de esta revista, Prof. Marco Antonio Vásquez el haber aceptado la presente contribución, así como a la Dra. Emma Estrada de la Universidad Autónoma de Chapingo, a Andrea y a mi hija Laura, de la Universidad Veracruzana y de la Universidad de Guadalajara, respectivamente por haber revisado el manuscrito. A Nisao y Andrea se les agradece por llevarme en 2012. A mi esposa, mi hija y mi yerno por el apoyo incondicional en el viaje de 2013. Finalmente, pero no por ello menos significativo, gracias a mis colaboradores del Instituto de Ecología de Xalapa, Florencia Ramírez Guillén, Alonso Cortés Pérez, Manuel Hernández y Juan Lara Carmona, por el apoyo otorgado en las múltiples tareas realizadas sobre mis investigaciones. También un agradecimiento póstumo al Dr. Rolf Singer, quién fue un pilar en mi formación como micólogo allá en 1957 y en sus asesorías años después.
LITERATURA CITADA
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