Replanteando el problema mente-cuerpo
por Rodrigo Cáceres
¿Cómo se relacionan la mente y el cuerpo? ¿Cuál es la naturaleza de esta relación? La primera vez que me enfrenté a estas preguntas fue a través del llamado "problema mente-cuerpo" en filosofía, una disputa de siglos sobre si la mente y el cuerpo son o no dos cosas distintas y cómo interactúan entre sí. Por un lado estaban los dualistas (como Descartes) que postulan que cuerpo y mente son dos sustancias distintas y, por otro lado, los monistas que afirman que son una unidad. Contienda clásica donde todo aparenta que unos tendrían la razón y los otros se equivocan.
Sin embargo, luego de distanciarme de la filosofía me parece que su principal supuesto problemático es que tiende a plantearse las preguntas como si tuvieran respuestas finales, como si hubiera una verdad estática y permanente la cual es necesario y posible descubrir. En realidad, esta perspectiva no parece muy compatible con el hecho de que los seres vivos son procesos en constante transformación y en constante interrelación con otros seres y artefactos que los transforman.
En otras palabras, el "problema mente-cuerpo" como pregunta ontológica (que refiere a un estado de las cosas) que tendría una respuesta final, universal e independiente de la historia evolutiva no parece tan convincente, y quizá fuese más adecuado plantearlo en términos de preguntas genéticas [1] tales como "¿cómo se constituye la relación mente-cuerpo en la cultura occidental en la época moderna?" y también preguntas éticas como "¿de qué manera tiene que ser la relación mente-cuerpo que maximice la salud y el bienestar?". Sin duda estas preguntas son menos abstractas que la pregunta ontológica, pues tienen un mayor grado de contextualización y, por ende, validez en relación a la experiencia.
Nuestra época, como lo han expresado múltiples voces, es una donde priman las exigencias de rendimiento, la rapidez, la tecnología y con ello el frenesí de actividad mental, las epidemias de ansiedad, estrés, fatiga y depresión, así como la falta de sentido en un planeta que está siendo dirigido hacia el colapso ecológico. La racionalidad, los reglamentos y procedimientos burocráticos se han hipertrofiado en nuestra mente y volcados cada vez más a nuestro mundo colectivo. En simple, el cuerpo está sufriendo en demasía de la frenética actividad de la racionalidad instrumental y sus formas rígidas y repetitivas. Y la mente, en la que primariamente habitamos, se ha visto en gran parte cortada de su conexión con el cuerpo, incapaz de reconocer sus señales de alerta, sus necesidades y mensajes, hasta el punto en que el cuerpo se ve en la necesidad de generar una enfermedad o crisis sistémica para que la persona se detenga a atenderse a sí misma, ponderar su situación, y a reflexionar sobre sus prioridades y necesidades.
En suma, en este contexto el problema mente-cuerpo parece ser un problema de desconexión, donde dos grandes fuentes de conocimiento se encuentran conflictuadas, pues una apunta en una dirección y la otra apunta en una dirección muy distinta. Es un problema de falta de coherencia entre ambas, una falta de integración donde ambas podrían operar de una manera más armoniosa.
La crisis o enfermedad, en ese sentido, no es un impedimento o un obstáculo para seguir en la carrera frenética al éxito material o profesional, sino una tremenda oportunidad para que ambas partes que se encontraban fraccionadas puedan comenzar una comunicación que guíe nuestro propósito profundo y nuestra salud. Como lo plantea el filósofo Eugene Gendlin, "la mera existencia de malestares dentro de ti es evidencia de que tu cuerpo sabe lo que está mal y lo que está bien [...] la sensación de lo que está mal trae consigo, inseparablemente, una sensación de dirección hacia lo que se siente bien". [2]
Así, en esta época de desconexión mente-cuerpo, una pregunta clave que es necesario investigar es la de cuáles son las prácticas que nos permiten redespertar los saberes que posee el cuerpo, sus fuerzas y motivaciones más profundas, para poder así entender su peculiar manera de asimilar y comprender los fenómenos, entender sus ritmos y sus procesos curativos, o bien cómo estos ritmos se encuentran acoplados con los ritmos de la naturaleza, las estaciones, los ciclos lunares, entre otros.
Notas
[1] Para otro abordaje de la distinción entre pregunta genética y pregunta ontológica, véase Maturana, H. (2006). En búsqueda de la inteligencia de la inteligencia. en "Desde la biología a la psicología". Editorial universitaria.
[2] Gendlin, E. T. (1978). Focusing. Bantam Dell. Original work published.
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