El control sobre el inconsciente por medio del lenguaje estatal (Parte II)



por Rodrigo Cáceres

En la primera parte de este artículo (link aquí) hablamos de algunos aspectos fundamentales del lenguaje del Estado y cómo logra la validación constante del orden institucional gracias a su apropiación de ciertos polos positivos básicos del pensamiento moral: orden, estabilidad, cuidado, resguardo y protección.

Sin embargo, falta una pieza fundamental para entender el esquema inconsciente en el que vivimos y actuamos: George Lakoff, probablemente el lingüista más reconocido en el mundo, descubre que el Estado está estructurado metafóricamente bajo el esquema de la familia patriarcal. La familia patriarcal, como sabemos, es un esquema o modo de organización familiar jerárquico en que el padre tiene autoridad máxima y es quién define las reglas de la familia, por lo que posee autoridad moral sobre la mujer y sobre los hijos. Lakoff nota que la diferencia entre la derecha y la izquierda -que equivale en su país (Estados Unidos) a los conservadores y los liberales-  son simplemente distintos estilos de crianza: los conservadores representan al padre estricto y los liberales al padre cuidadoso. El estilo del padre estricto se basa en las ideas de la fortaleza moral, la disciplina y la obediencia a las reglas. Y el estilo del padre cuidadoso se basa principalmente en las ideas de la empatía y el cariño o cuidado.

Hay algo impresionante que podemos inferir de esto. Si el Estado es efectivamente una familia, tiene sentido que hablemos de cosas como la "casa" de gobierno y que el gobierno represente el padre estricto que impone las reglas pero, ¿Quién es el hijo? Lo más intuitivo sería pensar que los hijos de esta familia son los ciudadanos, pero esto es falso. La clave es observar el lenguaje del Estado: "resguardo del orden público", "proteger los derechos y deberes" y "cuidar las instituciones". 

Lo que se vuelve evidente es que el hijo del Estado es el orden institucional. En otras palabras, son las normas, las instituciones y las leyes que establecen derechos, deberes y libertades las que el Estado protege y cuida (como un hijo) porque así lo hace explícito en su lenguaje. Al darnos cuenta de esto todo toma sentido, pues cada vez que alguien ataca al hijo del Estado (el orden institucional) éste obviamente responde con fuerza y violencia para protegerlo. Todos aquellos que "atentan contra el orden público" son un peligro para el "hijo" del Estado y por ende, hay que combatirlos con fuerza, y reprimirlos con todas las "fuerzas del orden". 

En este sentido, podemos notar la confusión para aquellos que piensan inocentemente que al entrar a Carabineros o a las fuerzas armadas van a trabajar para "proteger a la ciudadanía": ellos implícitamente piensan que la nación-estado es una familia y que los "hijos" que esta familia protege son los ciudadanos. Lo que sabemos ya luego de tres meses de brutalidad policial y mutilaciones, es que lo que se protege no son los ciudadanos sino la forma o diseño de la organización de la sociedad: las leyes, las normas, las instituciones y el sistema económico imperante.

De esta manera, el lenguaje del Estado de algún modo explica todo lo que sucede: por una parte, la profunda inflexibilidad y no-escucha del gobierno al no haber ningún cambio estructural luego de tres meses de protestas, que sucede ya que el Estado existe para proteger a su hijo: el orden institucional que rige actualmente. Además, todo intento de cambiar este orden es pensado por el Estado como un "atentado contra el orden público", como la "violencia y la delincuencia" de los que "actúan fuera de la ley" y por ende el Estado responde con la brutalidad y violencia física que conocemos. 

Estamos entrampados, atrapados en un encierro metafórico inconsciente que se basa en el esquema de la familia patriarcal, y la realidad que vivimos no es más que el producto de lo que esta metáfora hace posible: que aquellos que viven hipnotizados por el lenguaje del poder piensen que el orden institucional es un hijo que hay que proteger a toda costa y con toda la fuerza brutal posible. Como lo explica concisamente Suzanne Romaine: "Es importante cuáles metáforas elegimos para vivir. Si las elegimos sin prudencia o fracasamos en reconocer sus implicancias, moriremos a causa de ellas".

Referencias 

Lakoff, G., & Johnson, M. (1999). Philosophy in the Flesh (Vol. 4). New york: Basic books.

Romaine, S. (1996). War and peace in the global greenhouse: Metaphors we die by. Metaphor and Symbol11(3), 175-194.

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