El control sobre el inconsciente por medio del lenguaje estatal (Parte I)



por Rodrigo Cáceres Riquelme

Si observamos con atención los discursos de la derecha chilena, parecen ser una repetición constante de los mismos conceptos una y otra vez: "resguardo del orden público", "fuerzas de orden", "cuidar las instituciones", "estabilidad política", "estabilidad económica", "valores de la democracia", "libre-mercado", "economía sana y fuerte", "respeto de la autoridad", "crecimiento económico", "estancamiento económico" y "comunismo".

En este artículo examinaremos en detalle el lenguaje del Estado, y nos daremos cuenta que el lenguaje del Estado se comunica directamente con el inconsciente, ya que a través de su lenguaje se posiciona siempre en un lugar que nosotros consideramos como más deseable (de manera inconsciente). 

Comencemos. Desde la lingüística cognitiva sabemos que en general cuando hablamos sobre moralidad (sobre lo bueno y lo malo) utilizamos conceptos que provienen de experiencias comunes y corrientes para nosotros. La moralidad trata esencialmente sobre el bienestar humano, y en nuestra experiencia se dan una serie de dualidades de bienestar y malestar. Por ejemplo, sabemos por experiencia que estar sano es mejor que estar enfermo; ser libre es mejor que ser oprimido, aprisionado o esclavizado; la estabilidad es mejor que la inestabilidad; sabemos que cuando existe orden, actuar es más simple y fácil que cuando existe desorden; cuando las cosas son normales es mejor que cuando las cosas son anormales; sentirnos fuertes es mejor que sentirnos débiles; sentirnos seguros es mejor que sentirnos inseguros; que nos cuiden es mejor que nos descuiden; pensamos que progresar es mejor que retroceder y que estancarse; que nos protejan, nos resguarden y nos defiendan es mejor que nos desprotejan o nos pongan en peligro. Por último, cuando somos pequeños sabemos que en general es mejor obedecer a nuestros padres que desobedecerles. 

Tenemos así la siguiente serie de dualidades que tienen un polo positivo y un polo negativo: Sano/Enfermo; Orden/Desorden, Fortaleza/Debilidad; Proteger/Desproteger; Resguardar/Violar; Seguridad/Inseguridad; Normal/Anormal; Cuidado/Descuido; Progreso/Retroceso; Libertad/Opresión; Estabilidad/Inestabilidad; Control/Descontrol; Obediencia/Desobediencia.

La inteligencia del lenguaje del Estado se basa en que éste se apropia de la gran mayoría de los polos positivos de estas dualidades. Por ejemplo, si nos dicen que hay que "resguardar el orden público" inconscientemente tenderemos a validarlo ya que pensamos que el orden es mejor que el desorden, y que por ende hay que protegerlo y no descuidarlo, puesto que la idea del desorden en sí misma nos puede parecer indeseable, nos da miedo o nos hace imaginar cosas como la confusión y el caos.

De la misma manera, si nos dicen que es necesario resguardar la "estabilidad política", inconscientemente vamos a tender a validar esto pues preferimos cuando las cosas son estables a cuando son inestables, ya que la idea de la inestabilidad en sí misma nos puede provocar miedo o desagrado. Igualmente, cuando nos hablan de "cuidar las instituciones" tendemos a pensar que se trata de algo positivo, puesto que en general las cosas van mejor cuando se cuidan que cuando se descuidan.

Cuando nos hablan de carabineros o las fuerzas armadas como "fuerzas del orden", es decir, como fuerzas que garantizan el orden público, tenemos la tendencia a pensar que estas "fuerzas" son necesarias, y las validamos ya que preferimos el orden al desorden, y es mejor si tenemos personas que cuidan o protegen ese orden, independientemente de cuál orden sea éste. Por esta razón, nadie actualmente cuestiona la existencia de estas "fuerzas", pues a través de la idea del "resguardo del orden" parecen ser instituciones o "fuerzas" que necesariamente deben existir.

De esta manera, a través de esta apropiación de los polos positivos de los aspectos más básicos del bienestar humano, el lenguaje del Estado manipula el inconsciente colectivo para que éste último tenga la tendencia a preferir y querer proteger las instituciones imperantes (incluyendo el Estado mismo) y a querer mantener la disposición o forma actual de la organización de la sociedad. Los que se llaman a sí mismos "de derecha" en general aceptan y hacen suyos el lenguaje del Poder, volviéndose los vigilias y guardianes de la ideología del poder estatal.

Sin embargo, esto entra en conflicto con el lenguaje de la sociedad civil. "El Estado opresor es un macho violador" es lo que escuchamos de las mujeres, que nos dicen que en realidad el "resguardo del orden público" es el resguardo de un orden patriarcal y misógino. Por su parte, los estudiantes nos señalan que el sistema educacional y la PSU son sistemas "machistas, segregadores y elitistas" . En general, a través de los lenguajes de la sociedad civil y las organizaciones sociales llegamos a la conclusión de que el orden público que se quiere resguardar es un orden patriarcal, misógino, segregador, racista, capitalista, extractivista, industrialista, un orden del descuido de los ancianos, de los niños y un orden de destrucción y contaminación de la naturaleza, del agua y de los paisajes.

Por otra parte, sabemos que en realidad se trata de un orden plutocrático y no democrático, pues los ciudadanos en general escogen a los que tienen la mayor cantidad de dinero para financiar campañas políticas, que a su vez son financiados en general por empresas y grupos poderosos como SQM, Quiñenco o AntarChile, asociadas a los capitalistas más poderosos del país. El hecho de que todo el mundo habla de que nuestro sistema es una democracia demuestra -valga la redundancia- la profunda inconsciencia del inconsciente colectivo: el hecho de que no seamos capaces siquiera de nombrar correctamente el sistema político en el que vivimos.

Por otra parte, podemos notar que todos quienes toman acciones directas para cambiar las injusticias y las desigualdades pueden ser imaginados como personas que "atentan contra el orden público" o como los que practican la "desobediencia civil". En estos términos, inconscientemente parecen cosas indeseables y negativas. Por una parte, parece indeseable que se atente contra el orden, pues  inconscientemente preferimos el orden al desorden, y probablemente pensaremos que hay que "combatir" a los que "atentan contra el orden público". Por otra parte, aquellos que desobedecen parecen negativos e inmorales porque están "fuera del orden", y así se piensan como vándalos que quieren destruir el orden público, que es algo que inconscientemente no queremos. 

Y luego en general lo que sucede en el lenguaje de la política es que el gobierno, los senadores, diputados, los periodistas y posteriormente la mayor parte de la sociedad civil piensan y hacen suyos los términos del lenguaje del Poder, al considerar que cosas como el "resguardo del orden público" o el "cuidado de las instituciones" son cosas deseables. En términos formales, el triunfo y la reproducción del Estado tiene lugar cada vez que los ciudadanos piensan el mundo a través de los conceptos que el Estado especifica.

Esto nos lleva a concluir que la prioridad del lenguaje del Poder es la conservación y la reproducción de su diseño de la organización de la sociedad (con todos los calificativos que identificamos: extractivista, patriarcal, etc.), y por esta razón no tiene ningún interés genuino por el bienestar ni la dignidad de sus ciudadanos. La reivindicación de la dignidad en Chile, en este sentido, es sintomática de lo que el lenguaje del Poder descuida, desestima y falla sistemáticamente a considerar. La dignidad humana nunca ha sido prioridad del Estado, y nunca lo será mientras siga comunicándose en los términos en los que habla actualmente.

La segunda parte de este artículo continúa aquí.

Referencias

Lakoff, G., & Johnson, M. (1999). Philosophy in the Flesh (Vol. 4). New york: Basic books.

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